martes, 29 de septiembre de 2015

HADES Y PERSEFONE... UN AMOR QUE FLORECE EN EL INFRAMUNDO


"ELLA TUVO EL FUNESTO DESEO DE ESTAR CON ÉL"... Virgilio.

Él… es el mayor de los hijos varones de los titanes Gea y Cronos. Hermano del poderoso dios Zeus, con quien junto con su otro hermano Poseidón, se repartieron La Tierra, quedándose con el inframundo, sus muertos, sus almas y sus riquezas. Su nombre Hades, significaba “El invisible”, en honor a los poderes del casco que le proporcionaron los Cíclopes durante la titanomaquia. También conocido con el nombre de Pluto o Plutón debido a su extraordinaria “riqueza” venida de los metales y minerales preciosos, extraídos de las profundidades de la tierra.

Debido a la antigua superstición, y a pesar de no ser conocido particularmente como un dios despiadado o cruel, nadie se atrevía a pronunciar su nombre y mencionarlo era impensable. «El innombrable», «el buen consejero» y «el hospitalario», eran algunas de las maneras de dirigirse a él…

Ella… es la única hija de Deméter y Zeus, considerada por algunas tradiciones como una deidad primaveral, de las cosechas, de las flores. Se le asocia siempre como “la doncella”, a lado de su madre, ayudándola en la cosecha de semillas, plantas, a pintar los campos, bosques y valles, de flores de aromas y colores.



Cuando Perséfone creció, poseedora de una belleza y un candor extraordinarios, varios dioses intentaron cortejarla, HermesAresApolo y Hefesto, pero ella rechazo a todos y cada uno de ellos, junto con sus regalos e intentos desesperados por ganar su amor.

 Su madre la mantenía apartada de cualquier hombre o deidad que quisiera acercarse, manteniéndola alejada del Olimpo, en lugares mucho más terrenales al cuidado de las ninfas. Lo que no tomó en cuenta la sobreprotectora madre, es que había un dios que frecuentaba más la tierra y sus profundidades que el propio Olimpo. Fue precisamente en un caluroso día, mientras Perséfone recogía flores, en compañía de sus ninfas, en el llano de Enna, en Sicilia -según el lugar más comúnmente admitido-. Se llevó a cabo el suceso que cambiaría su vida para siempre.

En medio de los prados, luego de un estruendoso crujido que cimbro el suelo, de entre las entrañas de la tierra se abrió una gran grieta de la que emergió un majestuoso carruaje oscuro tirado por temibles corceles negros, que era conducido por el propio dios del Inframundo, el magnífico y terrible Hades, cubierto por sombras oscuras. Las aterradas ninfas huyeron del lugar de inmediato, abandonando a Perséfone a su suerte, por lo cual, serían castigas después por Deméter, convirtiéndolas en sirenas.

El poderoso dios en persona, se acercó hasta la doncella, y de un solo movimiento se hizo de ella, subiéndola dentro de su carruaje, internándose en la gran grieta, desapareciendo con la joven, del mismo modo y rapidez con la que había aparecido.

Algunas tradiciones cuentan que Hades no habría querido hacer las cosas de ese modo, por lo que había hablado antes con Zeus para pedirle formalmente la mano de Perséfone, pero ambos sabían que Deméter no lo consentiría jamás, por lo que acordaron el rapto.

Y así sucedió, Deméter, después de buscar desesperadamente a su hija, sin éxito, por fin Helios, el sol que todo lo ve, al compadecerse de la madre, le contó lo sucedido, quien ni tarda ni perezosa acudió al padre de los dioses para que le pidiera a Hades, la devolución inmediata de la joven.

Zeus se negó. Ya que no se trataba de cualquier dios, sino del señor del inframundo, su hermano mayor, eso sin contar que muy probablemente estuviera de acuerdo con él y su plan de hacerse de Perséfone por la fuerza. Pero Deméter no estaba dispuesta a darse por vencida, y decidió abandonar sus deberes con la tierra, dejándola morir, sin cosechas, sin semillas, sin frutos, sin flores. La tierra agonizaba y Zeus no podía permitir semejante situación. Fue cuando el rey del Olimpo tuvo que intervenir, envió a Hermes de mensajero para que esta vez, le exigiera a Hades que dejara regresar a la hija con su madre.

Al principio, Hades trató de ganarse el amor de Perséfone con magníficos regalos, pero luego tuvo que pasar todo el día con ella, tratando desesperadamente de hacerla feliz. Hades incluso consiguió a un jardinero experto para hacer crecer un magnífico jardín para ella, lleno de sus árboles y flores favoritas. Si bien el principio, Perséfone no quería quedarse con él, y deseaba ser rescatada. Con el paso del tiempo, se fue enamorando poco a poco de Hades.

Después del mensaje de Zeus, enviado por Hermes, Hades quedó devastado ante la perspectiva de perder a su esposa, pero se vio obligado a someterse a la voluntad de Zeus. Sin embargo, en un último intento, Hades ordenó al jardinero engañar a Perséfone para que comiera seis semillas de granada, (un símbolo de fidelidad en el matrimonio y en otra versiones una fruta que ata al inframundo) por lo que ya no era posible dejarla marchar.  

Zeus mediador, entonces decretó una fórmula de compromiso: Perséfone pasaría cuatro (seis según otras fuentes) meses en la tierra con su madre, y el resto del año, permanecería en el mundo subterráneo, con su marido. Este relato explica la muerte y el renacimiento anual inherente al ciclo de la naturaleza: cuando Perséfone está ausente, Deméter está demasiado triste para realizar sus obligaciones, pero a su regreso, Deméter trabaja con renovado vigor.

La mayoría de la versiones cuentan que a pesar de la violenta forma en que Perséfone comenzó la relación con su esposo, ella lo ama, y ama todo lo que él significa; su mundo, su reino, incluso su oscuridad, convirtiéndose así en una digna monarca del inframundo, por lo que gradualmente, para la joven reina, parecía más una tortura el momento de regresar a lado de su madre, que su tiempo en el Inframundo. Y de todos es conocidos que Hades ama mucho a su mujer, y según él, Perséfone es más preciada para él que todas las demás riquezas.