Ares (Marte, en latín), era hijo de Zeus y Hera y, por eso, pertenece a la segunda generación de los Olímpicos, a diferencia de sus hermanas Hebe e Ilitía, que son divinidades secundarias. Desde la época homérica, Ares aparece como el espíritu de la Batalla, que goza en matanza y sangre. En el caso de la Guerra de Troya, combatió casi siempre a favor de los troyanos. Sin embargo, como que le importa poco la justicia de la causa que defiende, a veces ayuda a los aqueos. Armado de pies a cabezas, generalmente lo acompañan demonios, que le sirven de escuderos, en particular Deimo y Fobo (el Temor y el Terror), que son hijos suyos, y también a Éride (la Discordia) y Enio. Según las fuentes, Ares habitaría en Tracia, un país semisalvaje de clima rudo, rico en caballos y recorrido por poblaciones guerreras. Según cierta tradición, el pueblo de las Amazonas, hijas de Ares, también moran allí.
La mayoría de los mitos en que interviene Ares son narraciones de combates, pero no siempre el dios sale vencedor. Parece como si los griegos, desde la época de Homero, se hayan complacido en mostrar la fuerza bruta de Ares contenida o burlada por la más inteligente de Heracles o por la viril prudencia de Atenea. Por ejemplo, en la batalla de Troya, Ares combatía al lado de Héctor, que se encontró frente a frente con Diomedes. Acometiólo en seguida, pero Ateneainterviene y se las compone de modo que desvía la lanza del dios,el cual es herido por Diomedes. Después de un alarido espantoso que oye todo el ejército, el dios huye al Olimpo para que le cure Zeus. Otro infortunio de Ares es su encarcelamiento por los Alóadas, que lo tuvieron, durante trece meses, encadenado y encerrado en una vasija de bronce.
Aparte de las historias de combate, la leyenda atribuye a Ares muchas aventuras amorosas. La más célebre, sin duda, es la que nos lo presenta unido clandestinamente con Afrodita, aunque tuvo muchos hijos con mujeres mortales. La mayoría de ellos fueron hombres violentos, inhospitalarios, que agredían a los caminantes, los mataban o se entregaban a actos de crueldad. Tuvo con Pirene tres hijos: Cicno, Diomedes de Tracia y Licaón -los tres murieron a manos de Heracles-. A veces se le atribuye la paternidad de Meleagro y la de Driante.