miércoles, 16 de noviembre de 2011

HEBE. LA JUVENIL COPERA DEL OLIMPO

En la mitología griega, Hebe (en griego antiguo Ἥβη Hêbê) era la personificación de la juventud, descrita como hija de Zeus y Hera. Según la Ilíada, Hebe era la ayudante de los dioses: llenaba sus copas con néctar, ayuda a Hera a enganchar los caballos a su carro y bañaba y vestía a su hermano Ares. 

Apolo embriagado de su belleza le regala grandes cantidades de escarolas silvestres que ella come en los banquetes. Hebe, llamada Ganimeda en Phliuntis (Villa del Peloponeso), por su hermosura Zeus la nombro Diosa de la juventud y le confió el cargo de servir a los Dioses el néctar en una copa de oro; pero un día en que al ejercer su oficio dio una caída en la sala del banquete, se avergonzó Atenea en términos que Zeus la separo en el instante de su empleo, confiriéndole al noble Ganímedes ese lugar. Hera la conservo a su servicio, encargándola de la conducción de su carro.

Según la Odisea, se casó con Heracles tras la apoteosis de éste, siendo sustituida en sus labores por el joven príncipe troyano Ganimedes. Sin embargo, tradiciones posteriores contaban que había sido madre con él de dos hijos, Alexiares y Aniceto, y que era una divinidad con el poder de rejuvenecer a los ancianos, como hizo en una ocasión con Yolao por un día cuando éste iba a luchar con Euristeo.

En el arte solía ser representada llevando un vestido sin mangas. Se la consideraba el modelo a que toda mujer en edad de casarse debía aspirar y se representaba como una joven con la mirada alegre, bella y muy sencilla.

Fue adorada en Atenas, donde tenía un altar en el Cinosargo, cerca del de Heracles. Bajo el nombre de Γανυμηδα Ganimeda (femenino de Ganimedes) o Δια Dia fue también adorada en una arboleda sagrada en Sición y Fliunte.

Su equivalente en la mitología romana era Juventas, siendo tradición que los muchachos le ofrecieran una moneda cuando vestían por primera vez la toga de los adultos (la toga viril). Fue adorada desde época muy temprana, pues su capilla en el Capitolio existía antes de que se construyese el templo de Júpiter. Otro templo de Juventas, situado en el Circo Máximo, fue jurado por el cónsul Marco Livio tras la derrota de Asdrúbal, en el 207 a. C., y consagrado 16 años después.

sábado, 5 de noviembre de 2011

ASCLEPIO, PADRE DE LA MEDICINA.


Apolo, dios supremo de la medicina y médico de los dioses, tenía el poder tanto de mandar epidemias con sus flechas como también de eliminarlas. Todos sus conocimientos médicos los trasmitió al Centauro Quirón.

Se dice que Asclepio nació en Tesalia, alrededor del 1.200 a.C. y que ejerció como médico en distintos lugares de Grecia, un periodeuta, que iba de polis en polis.

En la lengua del mito, la versión mas difundida de su nacimiento, es narrada por el poeta Píndaro: hijo producto de los amores de Apolo con Corónide, hija de Flejias rey de los Lapitas, pueblo que venció a los centauros (la razón vence al elemento salvaje ctonio).

Corónide, mantiene relaciones íntimas con el mortal Isquias, estando embarazada de Apolo, llevando a Asclepio en su vientre. Apolo, enterado por un cuervo blanco de la infidelidad, envía a Artemis, su hermana, diosa de la caza y de virginidad, que mata a Corónide con sus flechas en venganza por la infidelidad de la mortal. 

Apolo, mediante una cesárea sobre el vientre muerto de Corónide, saca a Asclepio y lo entrega al cuidado del sabio centauro Quirón quien le enseña el arte de la medicina. Por “alcahuete”, el pobre cuervo de plumaje color blanco, en adelante fue condenado a llevar para siempre el plumaje de color negro.

Otra versión cuenta que el niño fue abandonado en una cueva y con sus resplandores, atrajo la atención de un pastor quien lo entrega a Quirón.

La Hybris o desmesura Asclepio tenía el poder de resucitar a los muertos, hay 2 versiones del modus operandi. Un día en casa de Glauco, gravemente enfermo, observa que una serpiente se acerca peligrosamente a su amigo y con un bastón la mata. Inmediatamente, otra serpiente con unas hierbas en la boca resucita a su compañera muerta. Con estas hierbas, Asclepio resucita a los muertos, provocando una crisis demográfica en la Tierra y despoblando el Hades. 

Otra versión, quizás la mas difundida, relata que Perseo, hijo de Zeus y Dánae, con la ayuda de Hermes y de Afrodita, corta la cabeza de la gorgona Medusa y con la sangre de la vena cava derecha, que tenía propiedades salutíferas, procedió a resucitar a los muertos. De todos modos el resultado de esa acción fue que Hermes, en su versión de Psicopompo (conductor de almas) se queja a Zeus porque se "había quedado sin trabajo" quizás haya sido el primer desempleado. 

Hades, el hermano infernal de Zeus también se queja y el dios del rayo y del trueno no tiene mas remedio que tomar una medida ejemplificadora, fulminar al osado médico y elevarlo al rango de constelación en la de Ofiuco (cuidador de serpientes) Desde entonces Asclepio, es venerado como dios de la medicina.

Se lo representa con sus atributos, una vara de ciprés y una serpiente enroscada en ella, imagen que se conoce como báculo, instrumento mágico místico de sanación y de fortaleza ética en la cuál se apoya el médico. La hybris de ayer es el encarnizamiento terapéutico de hoy. Asclepio, Atenea y el Centauro Quirón. Había una amistad o simpatía entre Asclepio y la diosa Atenea; prueba de ello es que la diosa le entrega a Asclepio, la sangre salutífera de la vena cava derecha de la cabeza de Medusa, es decir el Pharmakón y se guarda el veneno, o sea la sangre del lado izquierdo de la cabeza. 

¿Por qué? Desde el psicoanálisis se intenta una explicación: ambos nacen de padres violentos, Zeus se traga a Metis, madre de Atenea y ésta nace armada de la cabeza de Zeus, con Hefesto haciendo “de partero”. Apolo, padre de Asclepio, manda matar a Coronis. Tanto Atenea como Asclepio, nacen de padres violentos y crecen sin simbolizar la figura paterna. Es decir, los límites del padre, y cometen desmesura en sus acciones. 

Tal vez una objeción a este argumento sea que Atenea como diosa, encarna ella misma la desmesura, una diosa no tiene los límites ni la ética ni las razones de los hombres. En cambio Asclepio, hijo de un dios con una mortal, es mitad humano y mitad divino. Quirón, hijo del dios Cronos y de la ninfa Filira (ninfa del Tilo), es inmortal, pero es mortalmente herido por una flecha envenenada arrojada por Heracles. 

Entonces ambos alumno y maestro, encarnan la tragedia de la carne, del vivir, del sufrir, de la finitud y del anhelo de la inmortalidad; ambos son metáfora de la tragedia del hombre y deben pasar por la ratificación carnal de muerte para alcanzar la inmortalidad.


jueves, 3 de noviembre de 2011

HERACLES. EL TIPICO HEROE MITICO

Zeus, se enamora de la reina Alcmena y yace con ella bajo la forma de su marido Anfitrión. De esta unión (La ultima de Zeus con una mortal) nace Heracles (Hércules) quien está destinado a destruir a los monstruos que aquejan la tierra.

Zeus está orgulloso de su hazaña y no lo oculta. Así que Hera no tarda mucho en enterarse. Zeus intenta calmar la ira de su esposa llamando al niño Heracles que significa "Gloria de Hera". La diosa no queda muy convencida.


Un día Hermes la engaña y la diosa termina dando el pecho a Heracles. Éste que ya tiene mucha fuerza, le muerde el pecho y derrama la leche por el cielo. Es el principio de la Vía Láctea.

Cuando Heracles tiene un año, Hera le manda de regalo dos serpientes. Las serpientes despiertan a los hermanos de Heracles que gritan asustados. Su padre acude corriendo, daga en mano. Y encuentra a Heracles jugando tranquilamente con los cadáveres de las serpientes. Las ha cogido con sus manitas y las ha estrangulado.

A los dieciocho años realizó en cincuenta días una doble hazaña: tras cincuenta días de cacería, mató al león del Citerón,  que ocasionaba grandes estragos en los rebaños de la comarca, vistiéndose con su piel, y, no contento con eso, dejó embarazadas a las cincuenta hijas del rey Tespio. Éste, con el proyecto de que cada una de sus cincuenta hijas tuviera hijos de Heracles, le hizo acostarse cada noche con una distinta, creyendo el héroe que era siempre la misma.

A la muerte de Anfitrión, esposo de Alcmena, Heracles contrajo matrimonio con Mégara, hija de Creonte; pero Hera hizo que en un ataque de locura matase a sus propios hijos, por lo que, recobrado el juicio, consultó sobre su futuro al oráculo de Apolo en Delfos[1], del que recibió la orden de obedecer a Euristeo, rey de Micenas, y realizar los trabajos que éste le mandase como único camino para alcanzar la inmortalidad. De esta forma, Heracles llevó a cabo doce grandes hazañas.

Una vez concluidos estos trabajos, compitió por la mano de Iole y venció en el torneo; pero el padre de la princesa, por temor a una nueva locura del héroe, le impidió casarse con ella. Entonces Heracles, precisamente en un nuevo ataque de locura, mató al hermano de Iole, y fue sentenciado a tres años de esclavitud. Comprado por una reina, Ónfala, se convirtió en un juguete de los caprichos de su ama, hasta el punto de llegar a travestirse.

La aparente degeneración de Heracles fue olvidada tan pronto como cumplió la condena, y el héroe organizó varias expediciones de castigo contra quienes no habían observado su deber con él durante sus anteriores hazañas. Participó también de manera decisiva a favor de su padre Zeus en la revolución de los Gigantes, realizando así su cometido de destructor de monstruos.

Finalmente, Heracles se casó con Deyanira. De la lucha con los centauros había logrado escapar Neso, quien transportaba sobre su lomo a Heracles y Deyanira de una orilla a otra de un caudaloso río. Neso intentó violar a Deyanira, por lo que Heracles lo mató con una flecha envenenada; entonces el centauro, moribundo y vengativo, aconsejó a Deyanira que recogiera su semen y sangre de su herida, pues con la mezcla podría preparar un filtro con el que, llegado el caso, le sería dado reconquistar el amor de Heracles. Deyanira lo cree y así lo hace, sin saber que la sangre que mana de la herida del centauro está inficcionada por el mortal veneno de la Hidra que llevan todas las flechas de Heracles.

La fatal ocasión se presentó cuando el héroe raptó a Iole, tras matar a su padre y destruir la ciudad. Para agradecer a Zeus su ayuda, pidió que Deyanira le enviase ropa adecuada para el sacrificio. La esposa, que creía ciegamente en el filtro de Neso, le mandó una túnica impregnada en la sangre del centauro. Heracles se la puso y, al contacto con su piel, ésta absorbió el veneno. El héroe trató de quitarse la ropa y, al hacerlo, desgarró su carne entre los más espantosos dolores. Enloquecido por el sufrimiento y arrancando los árboles que encontraba a su paso, Heracles se dirigió hacia la cima del monte Eta, hizo allí una pira y su cuerpo fue destruido por las llamas, mientras que su parte inmortal se elevó hacia el Olimpo, donde Hera se reconcilió con él, ofreciéndole a su hija Hebe en matrimonio.

Los doce trabajos de Heracles.

A lo largo de su vida, Heracles puso de manifiesto que poseía las virtudes que más suele admirar la humanidad: valor, bondad, compasión, fuerza, deseo de aventuras; y también los vicios que se disculpan con mayor facilidad: excesivas gula y lujuria, irritabilidad, obcecación.

Los trabajos que, en expiación por haber dado muerte a sus hijos, le fueron encomendados por su pariente Euristeo, rey de Micenas, son el fundamento de la gloria de Heracles como héroe.

El primer trabajo consistió en enfrentarse al gigantesco león de Nemea, que habitaba cerca de Tirinto y era invulnerable. El héroe lo estranguló y lo despellejó con sus propias zarpas.

En el segundo trabajo Heracles tuvo que enfrentarse a la hidra de Lerna, monstruo de múltiples cabezas. Empezó a cortarle las cabezas con la clava, pero cada vez que cortaba una brotaban dos. Además, Hera envió en apoyo del monstruo un enorme cangrejo, por lo que el héroe tuvo que pedir ayuda a su sobrino Iolao, que se dedicó a cauterizar con un tizón los cuellos cercenados para que las cabezas no volvieses a brotar. De esta forma consiguieron dar muerte a la hidra, en cuya venenosa sangre impregnó Heracles sus flechas.

En el tercer trabajo Heracles consiguió acorralar y capturar vivo al jabalí de Erimanto, monte cercano a la Arcadia.

El cuarto trabajo fue la captura de la cierva de Cerinía que, a pesar de ser hembra, poseía una cornamenta de oro. Para no herirla, el héroe la estuvo persiguiendo a la carrera durante un año entero, hasta que consiguió capturarla viva y la llevó a Micenas.

En su quinto trabajo Heracles se enfrentó a las grandes bandadas de aves de rapiña del Estinfalo, lago de Arcadia, a las que el héroe ahuyentó con el estruendo producido por unas grandes matracas de bronce, abatiéndolas luego a flechazos.


El sexto trabajo encomendado por Euristeo consistió en limpiar los establos del rey Augias de Elide, quien poseía un gran número de cabezas de ganado vacuno en inmensos establos que no había limpiado nunca. Heracles se comprometió a realizar esta tarea en un solo día, a cambio de una décima parte de las reses. Aceptado el trato, el héroe desvió el curso de los ríos Peneo y Alfeo, hizo pasar sus aguas por los establos y la corriente arrastró todo el estiércol. El rey, sin embargo, se negó a pagar lo convenido.

En su séptimo trabajo Heracles capturó el toro que había engendrado a Minotauro. Heracles lo llevó de Creta a Micenas.

Como octavo trabajo, Heracles consiguió domar y llevar a Micenas las yeguas antropófagas de Diomedes, rey de Tracia.

En el noveno trabajo Heracles fue en busca del cinturón de la reina de las Amazonas, Hipólita, a la cual se lo había entregado Ares como símbolo de poder. La reina, simulando la entrega, tendió una emboscada al héroe, quien tuvo que matarla para tomar su cinturón.

En el décimo trabajo Heracles se enfrentó a Gerión, monstruo de tres cuerpos unidos por la cintura. Después de matarlo con una flecha, le robó las reses y las condujo desde Cádiz hasta Micenas.

El undécimo trabajo tuvo por escenario el jardín de las Hespérides, y fue una de las hazañas más celebradas del héroe. El jardín de las Hespérides estaba en el extremo occidente, y en él existía un árbol con manzanas de oro. Heracles, tras un largo viaje por todo el mundo conocido, mató al dragón que custodiaba el árbol y se llevó las manzanas de oro a Micenas.

En el duodécimo trabajo Heracles tuvo que descender al Infierno en busca de Cerbero, perro guardián de la entrada del reino de las sombras. Hades, rey del mundo subterráneo, autorizó a Heracles a llevarse el perro si conseguía capturarlo sin armas. Heracles lo consiguió, rescató a Teseo, y regresó con Cerbero a Micenas, mas enseguida lo devolvió para siempre al Infierno.

lunes, 24 de octubre de 2011

EL TRIBUNAL DEL HADES


El Hades (o Inframundo) de la mitología griega era un reino en el sentido estricto del término. En éste había reyes, un palacio, leyes, tribunal, siervos, etc. Una suerte de plaza que limitaba, por un lado, con el Tártaro, lugar en donde las almas de los delincuentes e infractores estaban condenadas a sufrir, y por otro, con los Campos Elíseos, donde las buenas almas disfrutaban de la felicidad. 


Las almas de los muertos eran transportadas por Tánatos (dios de la muerte), por su hermano Hipnos (dios del sueño), o por Hermes (mensajero de los dioses), descendiendo al Inframundo por las gargantas del río Estige, el cual desembocaba en el Aqueronte, río infernal que rodea el palacio de Hades. Las almas lo cruzaban en la barca de Caronte, y entraban al palacio por una puerta que vigilaba un gran perro de tres cabezas llamado Cerbero. 


En el palacio se encontraba el tribunal compuesto por tres jueces, que enviaban a las almas por tres senderos según sus actos. El primer sendero se llegaba a la llanura de Asfódelo, donde se quedaban los mediocres. El otro dirigía a los Campos Elíseos, donde iban los afortunados, y el último, al Tártaro, lo más parecido a nuestra concepción cristiana de Infierno. 


El tribunal administraba la justicia y juzgaba a los muertos. Los tres jueces eran: 


- Minos: Hijo de Zeus y Europa, y rey de Creta, cuyo nombre era sinónimo de severidad a la hora de hacer cumplir las leyes. Su prudencia, sabiduría y equidad hicieron que una vez muerto mereciera las funciones de juez soberano de los infiernos. Se dice que se retiró durante 10 años a una cueva donde su padre Zeus le dictaba las leyes. Tenía un cetro en la mano y agitaba la urna fatal donde estaba encerrada la suerte de las almas. 


- Eaco: Rey de Egina que se caracterizó por haber sido el más hábil y equitativo gobernante de su tiempo. Cuando una peste asoló a sus dominios, obtuvo de Zeus el favor de que las hormigas se convirtieran en hombres, y éstos, sus nuevos súbditos, fueron llamados por él Mirmidones. Debido a sus propios méritos llegó a ser otro de los jueces del tribunal. 


- Radamante: También hijo de Zeus y Europa, y, por lo tanto hermano de Minos. Habiendo reñido con éste, se retiró a Licia. Su espíritu dado a la equidad tuvo tal magnitud y trascendencia que, cuando los hombres de muchos reinos querían expresar una sentencia justa, aunque fuera severa, la llamaban Juicio de Radamanto. 


Estos tres jueces fueron elegidos porque en vida habían gozado de una gran reputación, por ser honestos, generosos y justicieros. 

HADES, LA MORADA DE LOS MUERTOS

En la mitología griega Hades  alude tanto al antiguo inframundo griego como al dios de los muertos. La palabra hacía referencia originalmente sólo al dios; ἐν o εἰς ᾍιδού (‘en [el lugar de Hades’) era una abreviatura para su morada y finalmente el nominativo llegó también a designar la morada de los muertos.

Hades también era conocido con la perífrasis Plutón (en griego antiguo Πλούτων Ploutōn, del verbo πλουτέω, ‘enriquecerse’), y así fue conocido, además de como Dis Pater y Orcus, en la mitología romana. El dios etrusco equivalente era Aita. «Hades» es a veces usado por los cristianos para referirse al lugar en el que residen las almas que han caído en desgracia.

Había varias secciones en el Hades, incluyendo los Campos Elíseos (en contraste con el Paraíso o Cielo cristiano) y el Tártaro (similar al Infierno cristiano). Los mitógrafos griegos no son totalmente consistentes sobre la geografía de la otra vida.

Un mito sobre la otra vida completamente opuesto se refiere al Jardín de las Hespérides, con frecuencia identificado con las Islas de la Bendición.

En la mitología romana, una entrada al Inframundo estaba localizada en el Averno, un cráter cercano a Cumas que fue la ruta usada por Eneas para descender a él. Por sinécdoque, «Averno» puede usarse como referencia a todo el inframundo. Los Inferi Dii eran los dioses romanos del inframundo.

Los fallecidos entraban al inframundo cruzando el río Aqueronte, porteados por Caronte, quien cobraba por el pasaje un óbolo, pequeña moneda que ponían bajo la lengua del difunto sus piadosos familiares. Los indigentes y los que no tenían amigos ni familias se reunían para siempre en la orilla cercana. El otro lado del río era vigilado por Cerbero, el perro de tres cabezas derrotado por Heracles (Hércules para los romanos). Más allá de Cerbero, las sombras de los difuntos entraban en la tierra de los muertos para ser juzgadas.

Los cinco ríos del Hades eran Aqueronte (el río de la pena), Cocito (lamentos), Flegetonte (fuego), Lete (olvido) y Estigia (odio). El Erídano era también considerado un río del Hades por Virgilio (VI, 659). El Estigia formaba la frontera entre los mundos superior e inferior.

La primera región del Hades comprendía los Campos de Asfódelos, descritos en La Odisea XI, donde las almas de los héroes vagan abatidas entre espíritus menores, que gorjean a su alrededor como murciélagos. Sólo la ofrenda a ellos de libaciones de sangre en el mundo de los vivos pueden despertarlos durante un tiempo a las sensaciones de humanidad (compárese con los vampiros).

Más allá quedaba el Érebo, que puede usarse como un eufemismo para el Hades, cuyo nombre era temido. Había en él dos lagos: el de Lete, a donde las almas comunes acudían para borrar todos sus recuerdos, y el de Mnemósine (‘memoria’), de donde los iniciados en los Misterios preferían beber. En el antepatio del palacio de Hades y Perséfone se sentaban los tres jueces del Inframundo: Minos, Radamantis y Éaco. Allí, en el trivium consagrado a Hécate, donde los tres caminos se encontraban, las almas eran juzgadas, volviendo a los Campos de Asfódelos si no eran virtuosas ni malvadas, enviados al camino del tenebroso Tártaro si eran impías o malas, o al Elíseo con los heroicos o los benditos.

martes, 4 de octubre de 2011

NEMESIS. LA JUSTICIA Y LA VENGANZA.

En la mitología griega, Nemesis es la diosa de la justicia retributiva, la venganza y la fortuna. Castigaba a los que no obedecían a aquellas personas que tenían derecho de mandarlas y, sobre todo, a los hijos desobedientes a sus padres. Recibía los votos y juramentos secretos de su amor y vengaba a los amantes infelices o desgraciados por el perjurio o infidelidad de su amante.Mientras que Hesíodo la cree hija de la oscuridad y la noche (Érebo y Nix), Pausanias afirma que lo era de Océano, mientras que el dramaturgo Eurípides afirmaba que su padre era el mismo Zeus.



En los Cantos ciprios se habla de la unión de Némesis y Zeus, para dar nacimiento a Helena, lo cual expresa la idea de la cólera celeste. Némesis fue perseguida por el dios del cielo, y para librarse de él tomó formas de monstruos marinos y de diversos animales terrestres. Finalmente se transformó en una oca. Zeus transmutado en cisne logró alcanzarla y fruto de esta unión, la diosa puso un huevo que fue recogido por unos pastores y entregado por ellos a Leda, que lo cuidó. Ésta es una de las versiones del origen de Helena de Troya.


Es una deidad primordial, por lo que no está sometida a los dictámenes de los dioses olímpicos. Castiga sobre todo la desmesura. Sus sanciones tienen usualmente la intención de dejar claro a los hombres que, debido a su condición humana, no pueden ser excesivamente afortunados ni deben trastocar con sus actos, ya sean buenos o malos, el equilibrio universal. Un claro ejemplo lo encontramos en Creso, que al ser demasiado dichoso fue arrastrado por Némesis a una expedición contra Ciro que provocó su ruina.

También se considera que era la diosa griega que medía la felicidad y la desdicha de los mortales, a quienes solía ocasionar crueles pérdidas cuando habían sido favorecidos en demasía por la Fortuna. 

Con este carácter nos la presentan los primeros escritores griegos, y más tarde fue considerada como las Furias, es decir, como la diosa que castigaba los crímenes. El poder irresistible de Némesis está expresado por su asociación con Adrastea, divinidad asiática que se confundió con ella, hasta ser este nombre uno de sus epítetos. Némesis es uno de los atributos del dios supremo, y era, en unión de Adrastea, el instrumento de la cólera divina.


Esta desmesura o Hubriz es por ejemplo el exceso de felicidad en los humanos, el orgullo, la soberbia, y por supuesto el desafío a los dioses.

La existencia de esta venganza divina encuentra su explicación en la cosmovisión que tenían los griegos, para quienes el equilibrio (svfrosunh) era lo más importante. Cuando éste se rompía, se ponía en peligro el orden de las cosas, por lo que era necesario el castigo para mantener al mundo tal y como es.

De esta manera, en el caso de Creso -hombre demasiado feliz y demasiado rico- es llevado por Némesis a una peligrosa expedición donde debe vencer a Ciro. Esta acción termina por ser la ruina de Creso.

Lo mismo sucedió con los persas, quienes incurrieron en la desmesura de dar por cierta su victoria sobre Atenas. Nunca lograron conquistarla, por lo que con un bloque traído por los mismos persas -con intención de hacer un trofeo de su victoria- el famoso escultor Fidias hizo una estatua de Némesis, que sirvió de motivación para los atenienses en Maratón, donde obtuvieron una contundente victoria.

Némesis intervino en muchas historias, con la intención de mantener el preciado equilibrio (svfrosunh) de los griegos. Pero además, es conocida por sus amoríos involuntarios con Zeus.
Cuenta la leyenda, que Némesis era objeto de desvelos amorosos de Zeus, y ella no lo deseaba, por lo que para tratar de huir del abrazo del gran dios, ella cambió de forma mil veces, hasta que al final se conviertió en una oca. En ese momento, Zeus se convierte en cisne y la hace suya.

Por esta unión, Némesis puso un huevo. Unos pastores lo recogieron y se lo entregaron a Leda. De este huevo nacieron los Dioscuros -Castor y Polux- y la bella Helena, quien luego sería la causa de la terrible Guerra de Troya.

domingo, 25 de septiembre de 2011

SISIFO. POR BURLAR A LA MUERTE.


Sísifo, astuto rey de Corinto, vio de cerca el rapto de la ninfa Egina. Pero guardó el secreto, hasta que llegara la ocasión de sacarle provecho. 


Esperó que el río Asopo, padre de la joven pasara por sus tierras en busca de su hija. Y primero le exigió que hiciese brotar una fuente cristalina en la ciudadela de su reino. Luego le contó que el raptor de Egina era Zeus. 

El señor del Olimpo, irritado por la delación, llamo a Tánatos (la muerte) y le mandó a arrojar a los infiernos al rey de Corinto. 

Figura siniestra, envuelta en negros ropajes habitante del Hades, hermano del Sueño, Tánatos llegó súbitamente a las tierras de Sísifo. 

La tétrica presencia no atemorizo al astuto soberano. Con mucha maña y mucho arte, Sísifo engaño al dios de la muerte. Lo invito amablemente a entrar por una puerta y, cuando Tánatos se dio cuenta de lo que había pasado, se encontró aprisionado en un calabozo. Por largo tiempo nadie murió en el mundo. 

Hades estaba triste y alarmado. Los campos del mundo Inferior no se enriquecían con nuevas almas. La barca de Caronte yacía varada en un rincón, sin utilidad ni función. Era preciso restituir al mundo su orden natural. El dios de los muertos recurrió a su hermano Júpiter. 

Sabiendo que Sísifo tenía preso a Tánatos, el padre de los dioses envió a Ares (Marte) para obligar al primero a libertar a su terrible cautivo. Y la primera víctima de la muerte habría de ser el propio delator de Júpiter. Al  rey de Corinto no le quedó  más que obedecer. 

Se preparó, pues, para seguir a Tánatos a los infiernos; antes sin embargo, pidió un momento para despedirse de su esposa. En ese instante de los adioses, le recomendó vivamente que no lo enterrase ni le hiciese funerales. Y aunque sin comprender las razones del marido, la mujer obedeció. 

En el centro de la tierra, Sísifo se lamentaba día y noche. Se quejaba de no haber tenido honras fúnebres. De que la esposa ingrata no lo hubiera sepultado. Necesitaba volver a la superficie de la tierra para castigarla por tamaña negligencia. 

Tanto se lamentó y tanto pidió, que Hades acabó compadeciéndose de él y le permitió retornar al mundo por un corto tiempo. 
Apenas dejó el Hades, el astuto Sísifo tomó rumbos lejanos y la firme resolución de no volver a ver nunca las sombras infernales. 

Sin embargo, un día muchos años después, le faltaron las fuerzas para seguir viviendo.
Estaba demasiado viejo. Ya no tenía energías para engañar a la Muerte. Y fue nuevamente arrastrado a los subterráneos del mundo. 

Hades que jamás había olvidado la fuga de Sísifo, al recibirlo por segunda vez tomó todas las precauciones para mantenerlo en su dominio. Le impuso una tarea que no le permitiese ni un minuto de descanso e impidiera cualquier evasión: empujar montaña arriba una enorme piedra, que siempre se le escapa de las manos al llegar cerca de la cima. Y así,  perpetuamente, el condenado que osara engañar a la Muerte desciende por la ladera para retomar la piedra y recomienza su tarea sin fin y sin objetivo. 

viernes, 23 de septiembre de 2011

PIRAMO Y TISBE. LA HISTORIA ORIGINAL


Era Píramo el joven más apuesto y Tisbe la más bella de las chicas de Oriente. Vivían en la antigua Babilonia, en casas contiguas. Su proximidad les hizo conocerse y empezar a quererse. Con el tiempo creció el amor.

Hubieran acabado casándose, pero se opusieron los padres. Aunque no les dejaban verse, lograban comunicarse de alguna forma; no pudieron los padres impedir que cada vez estuvieran más enamorados: el fuego tapado hace mejor rescoldo.

La pared medianera de las dos casas tenía una pequeña grieta casi imperceptible, pero ellos la descubrieron y la hicieron conducto de su voz. A través de ella pasaban sus palabras de ternura, a veces también su desesperación: no podían verse ni tocarse. A la noche se despedían besando cada uno su lado de la pared.

Pero un día toman una decisión. Acuerdan escaparse por la noche, burlando la vigilancia, y reunirse fuera de la ciudad. Se encontrarían junto al monumento de Nino, al amparo de un moral que allí había, al lado de una fuente.

Ese día se les hizo eterno. Al fin llega la noche. Tisbe, embozada, logra salir de casa sin que se den cuenta y llega la primera al lugar de la cita: el amor la hacía audaz.

En esto se acerca a beber a la fuente una leona, con sus fauces aún ensangrentadas de una presa reciente. Al percibirla de lejos a la luz de la luna, Tisbe escapa asustada y se refugia en el fondo de una cueva. En su huida se le cayó el velo con que cubría su cabeza. Cuando la leona hubo aplacado su sed en la fuente, encontró el velo y lo destrozó con sus garras y sus dientes.

Algo más tarde llegó por fin Píramo. Distinguió en el suelo las huellas de la leona y su corazón se encogió; pero cuando vio el velo de Tisbe ensangrentado y destrozado, ya no pudo reprimirse: "Una misma noche - dijo - acabará con los dos enamorados. Ella era, con mucho, más digna de vivir; yo he sido el culpable. Yo te he matado, infeliz; yo, que te hice venir a un lugar peligroso y no llegué el primero. ¡Destrozadme a mí, leones, que habitáis estos parajes! Pero es de cobardes limitarse a decir que se desea la muerte".

Levanta del suelo los restos del velo de Tisbe y acude con él a la sombra del árbol de la cita. Riega el velo con sus lágrimas, lo cubre de besos y dice: "Recibe también la bebida de mi sangre". El puñal que llevaba al cinto se lo hundió en las entrañas y se lo arrancó de la herida mientras caía tendido boca arriba. Su sangre salpicó hacia lo alto y manchó de oscuro la blancura de las moras. Las raíces de la morera, absorbiendo la sangre derramada por Píramo, acabaron de teñir el color de sus frutos.

Aún no repuesta del susto, vuelve la joven al lugar de la cita, deseando encontrarse con su amado y contarle los detalles de su aventura. Reconoce el lugar, pero la hace dudar el color de los frutos del árbol. Al distinguir un cuerpo palpitante en el suelo ensangrentado, un estremecimiento de horror recorrió todo su cuerpo. Cuando reconoció que era Píramo, se da golpes, se tira de los pelos y se abraza al cuerpo de su amado, mezclando sus lágrimas con la sangre. Al besar su rostro, ya frío, gritaba: "Píramo, ¿qué desgracia te aparta de mí? Responde, Píramo, escúchame y reacciona, te llama tu querida Tisbe". Al nombre de Tisbe, entreabrió Píramo sus ojos moribundos, que se volvieron a cerrar.

Cuando ella reconoció su velo destrozado y vio vacía la vaina del puñal, exclamó: "Infeliz, te han matado tu propia mano y tu amor. Al menos para esto tengo yo también manos y amor suficientes: te seguiré en tu final. Cuando se hable de nosotros, se dirá que de tu muerte he sido yo la causa y la compañera. De ti sólo la muerte podía separarme, pero ni la muerte podrá separarme de ti. En nombre de los dos una sola cosa os pido , padre mío y padre de este infortunado, que a los que compartieron su amor y su última hora no les pongáis reparos a que descansen en una misma tumba. Y tú, árbol que acoges el cadáver de uno y pronto el de los dos, conserva para siempre el color oscuro de tus frutos en recuerdo y luto de la sangre de ambos". Dijo y, colocando bajo su pecho la punta del arma, que aún estaba templada por la sangre de su amado, se arrojó sobre ella.

Sus plegarias conmovieron a los dioses y conmovieron a sus padres, pues las moras desde entonces son de color oscuro cuando maduran y los restos de ambos descansan en una misma urna.

lunes, 19 de septiembre de 2011

BELEROFONTE.


Esta es la historia de un héroe prácticamente invencible que consiguió derrotar a grandes monstruos como la Quimera y a temibles guerreras como las Amazonas. Un joven que cabalgó a lomos del caballo alado Pegaso y que osó creerse a la altura de los Dioses, motivo por el cual fue castigado por Zeus, el todopoderoso.

Cuando el joven Iponoo, hijo del rey Glauco de Corintio, mató accidentalmente su hermano Belero en una competición de caza, cambió su nombre original por el de Belerofonte, que significa asesino de Belero, y se exilió en Tirinto, en la corte del rey Preto como huésped.

Desde que apareció, Belerofonte se convirtió en la obsesión de Estenobea, esposa del rey Preto. Por esto a los griegos no les sorprendía que la reina intentara abordarlo en ocasiones diversas. El hecho es que él la rechazó una y otra vez, y Estenobea no pudo sufrir este desprecio: fue a encontrar a su marido y le dijo que Belerofonte había tratado de seducirla a la fuerza. El rey se puso furioso y no deseaba sino acabar con el joven corintio, pero tenía miedo de que los Dioses lo castigaran si faltaba a las leyes de la hospitalidad. 

El hecho es que los griegos entendían que el extranjero que se encuentra en una comunidad foránea desprotegido de cualquier derecho necesita la alianza de un huésped que lo ampare, por lo tanto, el vínculo de la hospitalidad es sagrado para este pueblo, e implica someterse a deberes muy estrictos y hacerse muchos regalos.

Así pues, Preto sólo despachó a Belerofonte a casa de su suegro, el rey Iobates de Licia, con una carta sellada de recomendación. Iobates acogió al invitado según las reglas de la hospitalidad y le obsequió con unas fiestas de bienvenida que duraron nueve días. La mañana del décimo día el rey de Licia abrió el sobre cerrado que el huésped le había entregado. Éste decía: "Le agradeceré que pueda sacrificar al portador de este mensaje". No era precisamente una carta de recomendación.


Pero Iobates tampoco osó desobedecer las leyes de la hospitalidad. Al contrario, pidió al muchacho que diera fe del nexo que los unía procurándole el servicio siguiente: matar la fiera que asolaba a la comarca, la Quimera hija de Tifón y Equidna, un monstruo con cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de serpiente que sacaba fuego por las muelas. Obviamente se trataba de una misión imposible. El rey de Licia no quería sino cumplir de manera indirecta el requerimiento de Preto, convencido como estaba de que la bestia se zamparía al chico.

Antes de hacer frente a la fiera, algo asustado, Belerofonte fue a consultar al adivino Polieides.
-Matarás la Quimera - le dijo el adivino - Lo harás con la ayuda de Pegaso, el caballo alado, que encontrarás en la Acrópolis de Corintio, tu ciudad natal.
Siguiendo los consejos del sabio, Belerofonte fue a buscar al animal. Aun así, no hubiera podido someterle si la misma diosa Atena no le hubiera entregado la rienda de oro con la que el muchacho consiguió domar a Pegaso.

A lomos del caballo alado, Belerofonte voló sobre la Quimera e intentó vanamente herir al monstruo a golpes de dardo. En un revés del combate, el guerrero insertó la punta de la lanza en la garganta de la fiera y, sorprendentemente, el aliento de fuego de la bestia fundió el plomo del arma, con tanta suerte que la Quimera tragó el plomo y el metal caliente le quemó los órganos haciendo que cayera abatida.

Esta victoria convirtió al chico en un héroe. Más adelante lucharía contra las Amazonas, las mujeres guerreras, y también las derrotaría. Empezaría a pensar que su lugar era el Monte Olimpo con los Dioses y esta arrogancia sería castigada por Zeus. Finalmente, el joven Belerofonte se convertiría en un vagabundo malherido y nostálgico. Pegaso, una constelación en el cielo.

viernes, 16 de septiembre de 2011

LAS ERINIAS. FURIAS MITOLÓGICAS.

Las Erinias, del griego que significa perseguir, eran en la mitología griega (en la mitología romana eran conocidas como Furias, del latín furiae que  significa terrible) las personificaciones femeninas de la venganza que perseguían a los criminales de los parientes. De aspecto horrible, tomana la apariencia de mujeres con vestidos negros y rojos y cabello de serpiente; tenían un látigo y una antorcha con lo que perseguían a su victima; en algunas ocasiones se las representaba con alas de muecuélago o de ave y el cuerpo de un perro; aunque también se les representaba como moscas acosando a sus víctimas. 
Las Erinias o Furias también eran nombradas Eumenidas o “las benévolas” que era una forma de exorcizar su furia; Semmai, que quiere decir “las venerables;” Potnias, o “las horribles”; y, por último,Praxídiceas, o “ejecutoras de leyes.”
No se conoce con exactitud el origen de las Furias (o Erinias); aunque se decía que habían nacido de las gotas de sangre derramada por Urano (dios primordial del cielo) cuando su hijo Cronos lo castró; razón por la cual se consideraban divinidades ctónicas, es decir, divinidades del inframundo. Otras versiones afirman que las Erinias eran hijas de la Madre Tierra y la Oscuridad; había quienes afirmaban que eran hijas de Cronos y Eurínoma; y, por último hay quienes las hacían hijas de Hades (dios del inframundo) y Perséfone (reina del inframundo). Aunque no había un acuerdo en relación a su número, Virgilio nombró a tres: Alecto, o la que castiga los delitos de la moral; Tisífone, encargada de castigar los asesinatos; y Megera, la que castigaba a los infieles.
Las Erinias se encargaban de cuidar la entrada al Tártaro (lugar de tormento y sufrimiento eternos similar al infierno de los cristianos) donde los criminales expiaban sus culpas; sin embargo, se les identificaba más como aquellas responsables de castigar a los que hubieran ofendido a los dioses del Olimpo, cometido matricidio o roto un juramento; así que su función era atormentar, perseguir y acosar a los culpables de tales crímenes y su persecución era tan implacable que incluso los culpables se suicidaban.

Las Erinias son fuerzas primitivas anteriores a los dioses olímpicos, por lo que no se someten a la autoridad de Zeus. Moraban en el Érebo (o en el Tártaro según la tradición), el inframundo, del que sólo volvían a la Tierra para castigar a los criminales vivos, sometiendo mientras a torturas sin fin a los eternamente condenados. A pesar de su ascendencia divina, los dioses del Olimpo muestran una profunda repulsión hacia estos seres que no toleran. Por su parte, los mortales las temen y huyen de ellas. Es esta marginación y la necesidad de reconocimiento que implica lo que, en la obra de Esquilo, llevará a las Erinias a aceptar el veredicto de Atenea, a pesar de su inagotable sed de venganza.
Cuando una maldición ritual en la Iliada invoca a «vosotros, que en lo profundo castigáis a los muertos que fueron perjuros», «las Erinias son simplemente una encarnación del acto de automaldición que conlleva el juramento», según Burkert. Son las encargadas de castigar los crímenes durante la vida de sus autores, y no más tarde. No obstante, siendo su campo de acción ilimitado, si el autor del crimen muere, lo perseguirán hasta el inframundo. Justas pero sin piedad, ningún rezo ni sacrificio puede conmoverlas ni impedir que lleven a cabo su tarea. 

Rechazan las circunstancias atenuantes y castigan todas las ofensas contra la sociedad y la naturaleza como el perjurio, la violación de los ritos de hospitalidad y sobre todo los crímenes o asesinatos contra la familia. En épocas antiguas se creía que los seres humanos no podían ni debían castigar tan horribles crímenes, correspondiendo a las Erinias perseguir al desterrado asesino del fallecido en venganza, hostigándole hasta hacerle enloquecer (de ahí su nombre latino, derivado de «furor»). La tortura sólo cesaba si el criminal encontraba a alguien que le purificase de sus crímenes. Némesis representa un concepto similar, y su función se solapa con la de las Erinias, con la diferencia de que aquélla castigaba las faltas cometidas contra los dioses. La diosa Niké tenía originalmente un papel parecido, como portadora de una victoria justa. Castigaban el hibris o exceso. Prohibían a los adivinos revelar fielmente el futuro para que este conocimiento no acercara al hombre a los dioses.

Se representa a estas hórridas deidades vengadoras como genios femeninos con serpientes enroscadas en sus cabezas entre el pelo, portando látigos y antorchas, y con sangre manando en lugar de lágrimas en los ojos. También se decía que tenían grandes alas de murciélago o pájaro, o el cuerpo de un perro.
Solían ser comparadas con las Gorgonas, las Grayas y las Arpías debido a su espantosa y oscura apariencia y al poco contacto que mantenían con los dioses olímpicos. Atormentan a los que hacen el mal, persiguiéndolos incansablemente sobre la Tierra hasta volverlos locos. En un sentido más amplio, la Erinias representan la rectitud de las cosas dentro del orden establecido, protectoras del cosmos frente al caos. En la Ilíadas privan de la palabra a Janto, el caballo de Aquiles, por culpar a los dioses de la muerte de Patroclo y privan de descendencia a Fénix. El filósofo Heráclito decía que si Helios decidía cambiar el curso del Solo a través del cielo, ellas le impedirían hacerlo.

Un mito cuenta que Tisífone se enamoró de Citerón, y terminó provocando su muerte por mordedura de serpiente, concretamente de una de su cabeza