En la mitología griega, Hebe (en griego antiguo Ἥβη Hêbê) era la personificación de la juventud, descrita como hija de Zeus y Hera. Según la Ilíada, Hebe era la ayudante de los dioses: llenaba sus copas con néctar, ayuda a Hera a enganchar los caballos a su carro y bañaba y vestía a su hermano Ares.
Apolo embriagado de su belleza le regala grandes cantidades de escarolas silvestres que ella come en los banquetes. Hebe, llamada Ganimeda en Phliuntis (Villa del Peloponeso), por su hermosura Zeus la nombro Diosa de la juventud y le confió el cargo de servir a los Dioses el néctar en una copa de oro; pero un día en que al ejercer su oficio dio una caída en la sala del banquete, se avergonzó Atenea en términos que Zeus la separo en el instante de su empleo, confiriéndole al noble Ganímedes ese lugar. Hera la conservo a su servicio, encargándola de la conducción de su carro.
Según la Odisea, se casó con Heracles tras la apoteosis de éste, siendo sustituida en sus labores por el joven príncipe troyano Ganimedes. Sin embargo, tradiciones posteriores contaban que había sido madre con él de dos hijos, Alexiares y Aniceto, y que era una divinidad con el poder de rejuvenecer a los ancianos, como hizo en una ocasión con Yolao por un día cuando éste iba a luchar con Euristeo.
En el arte solía ser representada llevando un vestido sin mangas. Se la consideraba el modelo a que toda mujer en edad de casarse debía aspirar y se representaba como una joven con la mirada alegre, bella y muy sencilla.
Fue adorada en Atenas, donde tenía un altar en el Cinosargo, cerca del de Heracles. Bajo el nombre de Γανυμηδα Ganimeda (femenino de Ganimedes) o Δια Dia fue también adorada en una arboleda sagrada en Sición y Fliunte.
Su equivalente en la mitología romana era Juventas, siendo tradición que los muchachos le ofrecieran una moneda cuando vestían por primera vez la toga de los adultos (la toga viril). Fue adorada desde época muy temprana, pues su capilla en el Capitolio existía antes de que se construyese el templo de Júpiter. Otro templo de Juventas, situado en el Circo Máximo, fue jurado por el cónsul Marco Livio tras la derrota de Asdrúbal, en el 207 a. C., y consagrado 16 años después.
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