"ELLA TUVO EL FUNESTO DESEO DE ESTAR CON ÉL"... Virgilio.
Él… es el mayor de los hijos varones de los titanes Gea y Cronos. Hermano del poderoso dios Zeus, con quien junto con su otro hermano Poseidón, se repartieron La Tierra, quedándose con el inframundo, sus muertos, sus almas y sus riquezas. Su nombre Hades, significaba “El invisible”, en honor a los poderes del casco que le proporcionaron los Cíclopes durante la titanomaquia. También conocido con el nombre de Pluto o Plutón debido a su extraordinaria “riqueza” venida de los metales y minerales preciosos, extraídos de las profundidades de la tierra.
Debido a la antigua superstición,
y a pesar de no ser conocido particularmente como un dios despiadado o cruel,
nadie se atrevía a pronunciar su nombre y mencionarlo era impensable. «El
innombrable», «el buen consejero» y «el hospitalario», eran algunas de las
maneras de dirigirse a él…
Ella… es la única hija de Deméter
y Zeus, considerada por algunas tradiciones como una deidad primaveral, de las
cosechas, de las flores. Se le asocia siempre como “la doncella”, a lado de su
madre, ayudándola en la cosecha de semillas, plantas, a pintar los campos,
bosques y valles, de flores de aromas y colores.
Cuando Perséfone creció, poseedora
de una belleza y un candor extraordinarios, varios dioses intentaron
cortejarla, Hermes, Ares, Apolo y Hefesto,
pero ella rechazo a todos y cada uno de ellos, junto con sus regalos e intentos
desesperados por ganar su amor.
Su madre la mantenía apartada de
cualquier hombre o deidad que quisiera acercarse, manteniéndola alejada del
Olimpo, en lugares mucho más terrenales al cuidado de las ninfas. Lo que no
tomó en cuenta la sobreprotectora madre, es que había un dios que frecuentaba
más la tierra y sus profundidades que el propio Olimpo. Fue precisamente en un
caluroso día, mientras Perséfone recogía flores, en compañía de sus ninfas, en
el llano de Enna, en Sicilia -según el lugar más comúnmente admitido-. Se llevó
a cabo el suceso que cambiaría su vida para siempre.
En medio de los prados, luego de
un estruendoso crujido que cimbro el suelo, de entre las entrañas de la tierra
se abrió una gran grieta de la que emergió un majestuoso carruaje oscuro tirado
por temibles corceles negros, que era conducido por el propio dios del
Inframundo, el magnífico y terrible Hades, cubierto por sombras oscuras. Las
aterradas ninfas huyeron del lugar de inmediato, abandonando a Perséfone a su
suerte, por lo cual, serían castigas después por Deméter, convirtiéndolas en
sirenas.
El poderoso dios en persona, se
acercó hasta la doncella, y de un solo movimiento se hizo de ella, subiéndola
dentro de su carruaje, internándose en la gran grieta, desapareciendo con la
joven, del mismo modo y rapidez con la que había aparecido.
Algunas tradiciones cuentan que
Hades no habría querido hacer las cosas de ese modo, por lo que había hablado
antes con Zeus para pedirle formalmente la mano de Perséfone, pero ambos sabían
que Deméter no lo consentiría jamás, por lo que acordaron el rapto.
Y así sucedió, Deméter, después
de buscar desesperadamente a su hija, sin éxito, por fin Helios, el sol que
todo lo ve, al compadecerse de la madre, le contó lo sucedido, quien ni tarda
ni perezosa acudió al padre de los dioses para que le pidiera a Hades, la
devolución inmediata de la joven.
Zeus se negó. Ya que no se
trataba de cualquier dios, sino del señor del inframundo, su hermano mayor, eso
sin contar que muy probablemente estuviera de acuerdo con él y su plan de
hacerse de Perséfone por la fuerza. Pero Deméter no estaba dispuesta a darse
por vencida, y decidió abandonar sus deberes con la tierra, dejándola morir, sin
cosechas, sin semillas, sin frutos, sin flores. La tierra agonizaba y Zeus no
podía permitir semejante situación. Fue cuando el rey del Olimpo tuvo que
intervenir, envió a Hermes de mensajero para que esta vez, le exigiera a Hades
que dejara regresar a la hija con su madre.
Al principio, Hades trató de
ganarse el amor de Perséfone con magníficos regalos, pero luego tuvo que pasar
todo el día con ella, tratando desesperadamente de hacerla feliz. Hades incluso
consiguió a un jardinero experto para hacer crecer un magnífico jardín para ella,
lleno de sus árboles y flores favoritas. Si bien el principio, Perséfone no
quería quedarse con él, y deseaba ser rescatada. Con el paso del tiempo, se fue
enamorando poco a poco de Hades.
Después del mensaje de Zeus,
enviado por Hermes, Hades quedó devastado ante la perspectiva de perder a su
esposa, pero se vio obligado a someterse a la voluntad de Zeus. Sin embargo, en
un último intento, Hades ordenó al jardinero engañar a Perséfone para que
comiera seis semillas de granada, (un símbolo de fidelidad en el matrimonio y
en otra versiones una fruta que ata al inframundo) por lo que ya no era posible
dejarla marchar.
Zeus mediador,
entonces decretó una fórmula de compromiso: Perséfone pasaría cuatro (seis
según otras fuentes) meses en la tierra con su madre, y el resto del año,
permanecería en el mundo subterráneo, con su marido. Este relato explica la
muerte y el renacimiento anual inherente al ciclo de la naturaleza: cuando
Perséfone está ausente, Deméter está demasiado triste para realizar sus
obligaciones, pero a su regreso, Deméter trabaja con renovado vigor.