En la región de Lidia, lugar famoso por la variedad. Y calidad de los tintes usados para dar colorido a la ropa, vivía una hermosa y hacendosa joven llamada Aracne, era hija de un tintorero y, ya desde niña, la muchacha había visto a su padre manejar toda clase de telas y preparar los colorantes a base de púrpura para teñir los tejidos.
La joven Aracne creció entre lanas, telas,, husos y ruecas, por lo que muy pronto aprendió a cocer hasta que, con el tiempo, se convirtió en la más famosa tejedora y bordadora de toda la región. Nadie la igualaba en su oficio y, cuanto mejor bordaba y tejía, más se extendía su fama por toda la región.
Un día la joven Aracne pensó que solo ella sería capaz de tejer y bordar el más hermoso de los tapices que pudiera imaginarse, por lo que se atrevió a retar a la diosa Atenea, maestra y protectoras de las artes y oficios. “Estoy segura -pensó para sí la atrevida Aracne- de que, ni siquiera la diosa Atenea, maestra y protectora de las artes y los oficios, me igualan en destreza ni es capaz de tejer y bordar un tapiz tan hermosos como los que salen de mis manos.
En cuanto la divinal Atenea se enteró de las pretensiones de Aracne, y conociendo el enorme ego de los dioses y de las diosas…, Imagínense…. Que se enfurece y decide tomar carta en el asunto. Tomo la apariencia de una mujer anciana y fue a pedir que le diera trabajo en su taller. La muchacha pensó que no le vendría mal la experiencia y sabiduría de la anciana y a admitió en su taller… Mala idea
Apenas habían pasado unos días cuando la anciana le habló a la joven con palabras persuasivas para convencerla de que no comparara sus habilidades con las de la diosa Atenea. Pero Aracne no hizo caso alguno a la anciana y mantuvo su reto. Al punto, la anciana estiro su cuerpo irguió su cabeza y se desprendió de sus negras ropas. Aracne tenía ahora ante sí, a la diosa Atenea que con toda celeridad y gran dominio de la aguja, bordó un tapiz en el que aparecían todos los dioses del Olimpo revestidos de una gran majestad, cada uno en su trono, juzgando y castigando a todos aquellos humanos que, mediante un acto de soberbia, había pretendido igualarse a los dioses.
La joven no se amilanó y en seguida se puso a trabajar. Tejió, hiló y cosió día y noche, sin descanso hasta que al final presento un hermoso tapiz cuyo bordado representaba a los dioses y mostraba con detalle sus infidelidades, sus amoríos, y sus abusos con las mujeres y las hijas de los mortales.
La diosa Atenea monto en cólera, rasgó con la lanzadera el tapiz que acababa de bordar Aracne y golpeo a la muchacha en la cabeza, entonces, Aracne se asustó, huyó despavorida y, llena de confusión, intentó quitarse la vida. Más la diosa Atenea impidió que la muchacha se ahorcara y no la dejo morir, sino que le salvo al vida. la sujetó para que no se ahogase, tras lo cual la maldijo, a ella y a su futura progenie, a colgar de aquella manera y a tejer durante toda su vida. Los brazos y las piernas de Aracne comenzaron entonces a encojerce, mientras que los dedos de sus manos se alargaban. Al mismo tiempo, su cuerpo se hinchó, y una capa de pelo corto y negro la cubrió por completo. La soga se transformó en un hilo de seda que le salía del abdomen. Cuando la transformación terminó, Aracne colgaba del techo convertida en una pequeña araña.
aunque en castigo por su soberbia, la metamorfoseó en araña para que, en adelante se pasara todo el tiempo tejiendo y suspendida de una tela de araña.
El relato de Aracne, cuyo nombre significa araña, y Atenea, esta recogido y narrado con detalle por Ovidio en su obra Las Metamorfosis, e inspiró a muchos artistas de todos los tiempos. Por ejemplo, el motivo del cuadro Las Hilanderas, de Velazquez, que se muestra en el Museo del Prado, guarda relación con el mito de Aracne.
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