jueves, 28 de octubre de 2010

PIGMALIÓN Y GALATEA, EL AMOR EN PIEDRA Y CINCEL


Era de Chipre el escultor Pigmalión, artista que no gustaba de las mujeres porque, según consideraba, éstas eran imperfectas y pasibles de muchas críticas. Y tan convencido estaba del acierto de su opinión que resolvió no casarse nunca y pasar el resto de su vida sin compañía femenina. 

Pero, como no soportaba la completa soledad, el artista chipriota esculpió una estatua de marfil tan bella y perfecta como –según juzgaba- ninguna mujer verdadera podría serlo. Y, de tanto admirar su propia obra, a la que llamó Galatea, acabó enamorándose de ella. Le llegó a comprar las más bellas ropas, joyas y flores: los regalos más caros. Todos los días pasaba horas y horas contemplándola, y, de cuando en cuando, besaba tiernamente los labios f ríos e inmóviles. Tal vez hubiera vivido hasta el fin de sus días ese amor silencioso, de no ser por la intervención de Venus. Pues la diosa era objeto de intenso culto en la isla donde vivía Pigmalión. En su homenaje se celebraban las más pomposas ceremonias y los más ricos sacrificios, y su templo de Pafos, por ejemplo era el más importante de los santuarios venusinos de todo el mundo helénico. 

En una de esas fiestas, según cuenta el poeta Ovidio, el escultor estuvo presente. También ofreció sacrificios y elevó al cielo sus ardorosas suplicas: “A vosotros ¡oh dioses!, a quienes todo es posible os suplico que me deis por esposa” –no se atrevió a decir mi virgen de marfil- “una doncella que se parezca a mi virgen de marfil. 

Atenta , la diosa del amor escuchó el pedido, y para mostrar a Pigmalión que estaba dispuesta a atenderlo, hizo elevar la llama del altar del escultor tres veces más alto que las de los otros altares. Pero el infeliz artista no comprendió el significado de la señal. 

Salió del santuario y, entristecido, tomó el camino de su casa. Al llegar, fue a contemplar de nuevo la estatua perfecta. Y después de horas y horas de muda contemplación la besó en los labios. Tuvo entonces una sorpresa: en vez de frío marfil, encontró una piel suave y una boca ardiente.

A un nuevo beso, la estatua despertó y adquirió vida, transformándose en una bella mujer real que se enamoró perdidamente del creador. 

En el mito Las Metamorfosis, de Oviedo, se relata así: Pigmalión se dirigió a la estatua y, al tocarla, le pareció que estaba caliente, que el marfil se ablandaba y que, deponiendo su dureza, cedía a los dedos suavemente, como la cera del monte Himeto se ablanda a los rayos del Sol y se deja manejar con los dedos, tomando varias figuras y haciéndose más dócil y blanda con el manejo. Al verlo, Pigmalión se llena de un gran gozo mezclado de temor, creyendo que se engañaba. Volvió a tocar la estatua otra vez y se cercioró de que era un cuerpo flexible y que las venas daban sus pulsaciones al explorarlas con los dedos.

Para completar la felicidad del artista, Venus propició la unión y le garantizó la fertilidad. Del casamiento nació un hijo, Pafo, que tuvo la dicha de legar su nombre a la ciudad, consagrada a la diosa, que había nacido alrededor del santuario dedicado al numen de la atracción universal. 

domingo, 24 de octubre de 2010

EL ORÁCULO DE DELFOS

El Oráculo de Delfos




A través de los siglos, el Hombre ha tratado, de una manera u otra, de conocer su futuro ya sea inmediato o lejano. Con diferentes variantes para conocerlo, los griegos interpretaban las intenciones de los dioses por el vuelo de las aves, los movimientos de las llamas, incluso por la forma de las entrañas de los animales. Pero llegó un momento en el que los oráculos eran mucho más exactos y venerados que cualquier otro tipo de formas adivinatorias.

Los oráculos más famosos de la Antigüedad griega fueron los de Delfos, Dodona, Trofonio y Latonia, siendo los robles parlantes de Dodona los más antiguos. También los hubo de menos importancia: en Claros y Didyma, en Grecia; en el oasis de Siwa, en Libia; en Buto, Egipto; en Sardis, Asia y en otros lugares del mundo antiguo. Si bien es difícil determinar la génesis de las profecías oraculares, es conocido que muchas de las cuevas y fisuras utilizadas en los oráculos griegos ya eran consideradas sagradas mucho antes del nacimiento de la cultura griega.


De ahí que se piense que en la zona de Delfos había un oráculo de Gea (personificación de la Madre Tierra), que pronunciaba profecías en el interior de una cueva sagrada, a unos once kilómetros del lugar actual. Este oráculo se llamó originalmente Pitón, por ser la morada de la gran serpiente de ese nombre, fabulosa criatura surgida del barro dejado por el dilubio que destruyó a todos los seres humanos excepto Deucalión y Pirra.

A partir del siglo 10 a. C., Gea fue sustituida por un nuevo y poderoso dios, introducido por los nuevos invasores, los dorios. El nuevo dios era llamado Apolo, hijo de Zeus y de Leto, hija de un Titán. Era también llamado Délico, de Delos, la isla de su nacimiento. Solía otorgar el don de la profecía a aquellos mortales a los que amaba, como a la princesa troyana Cassandra.

La conquista de Delfos por el nuevo dios fue sangrienta. Apolo, después de escalar el Parnaso, mató a la enorme serpiente llamada Pitón que custodiaba el santuario de Gea y calló su cuerpo en la fisura del oráculo.  Pero en memoria de la serpiente y de Gea, Apolo quiso que una mujer fuera la sacerdotisa principal y la llamó Pitia, también conocida como Sibila, que ofrecería sus oráculos desde una roca.

Después de ser bendecida por Apolo, el espíritu de Pitón permaneció en Delfos como elemento propio del vencedor, y fue con ayuda de sus efluvios que las sacerdotisas podían entrar en contacto con el Dios.

Con el tiempo, de esta piedra se pasó a una cabaña construida con laureles, el primero de los sies templos de Apolo.

Para los griegos, Delfos era el centro del mundo. Marcando este punto exacto en el templo por una piedra, el omphatos (ombligo).

La palabra oráculo aúna tres significados: el que se refiere a la sacerdotisa que comunica las profecías, el que da nombre a las mismas profecías, y por último el que indica el lugar en el que se pronuncian esas profecías. A pesar de lo increible de la afirmación, el oráculo de Delfos pronunció sus profecías durante unos 1.000 años.

Las Sibilias o Pitias

No se conoce casi nada de las mujeres que servían como oráculo y cuyas profecías influían determinantemente sobre la vida de la antigua Grecia.

Un innumerable ejército de visitantes fue a Delfos durante miles de años para recibir los oráculos. Sin embargo no se ha encontrado un sólo relato presencial acerca de estos encuentros con la pitia. Igualmente escasas son las pruebas visuales que muestren a la pitia en su tarea. Sólo se conoce un dibujo en una vasija clásica.

Se sabe que los primeros oráculos de Delfos fueron atractivas jóvenes vírgenes, fueron llamadas Febades o Pitias, constituyendo la famosa orden. Una de estas jóvenes pitias fue secuestrada o enamorada por un suplicante. Desde aquel incidente, sólo las mujeres de mediana edad eran elegidas para desempeñar este trabajo. Mujeres normales, campesinas o sin especiales dotes.

Junto con Apolo, Dionisos, el dios del teatro y el vino, también era venerado en Delfos. Cada año, en el santuario de las montañas, resonaban las ceremonias estáticas y secretas de sus sacerdotisas.

En sus orígenes, el santuario de Delfos recibía visitantes un día al año, el 7 de febrero, cumpleaños de Apolo. Pero en el siglo VI a. C., era tan grande su fama, que la pitia respondía a los ruegos de los visitantes nueve veces al año, una vez al mes entre febrero y octubre.

Su trabajo exigía gran dedicación, llegando a estar tres pitias disponibles para ayudarse las unas a las otras, en los días de más trabajo.

La preparación para el trabajo consistía, principalmente, en rituales y sugestión psicológica.

Al atardecer, acompañada de dos sacerdotes, el oráculo se bañaba en el torrente Castalia, considerada fuente de inspiración divina y ayunaba. En el interior del templo de Apolo, las pitias bebían sólo de la fuente de Cassotis, cuyas aguas llegaban a través de unos caños con forma de cabeza de león.

Mientras los suplicantes, venidos de lugares tan distantes como Africa o lo que conocemos ahora como Francia, también hacían sus preparativos, también se bañaban en el torrente Castalia, y realizaban un ritual para conocer si su dios Apolo deseaba responder sus preguntas. El ritual consistía en llevar una cabra al altar, derramarle un cubo de agua sobre la cabeza, y ver si tiritaba, si lo hacía, esa era la señal afirmativa: Apolo quería responder.

En ese instante, la pitia tomaba hojas de laurel, que se suponía que eran las fuentes del trance, cosa que no es cierta, pues algunos clasicistas han llegado a tomar gran cantidad de laurel y no se han sentido en trance, sino más bien victimas de un gran dolor de estómago, ya que la planta tiene una gran proporción de ácido.

Cuando la pitia había terminado el proceso de purificación, era conducida hacía el trípode, cuyos pies simbolizarían los tres períodos de tiempo controlados por Apolo, pasado, presente y futuro. La verdadera causa de su transformación era que ha medida que inhalaba los vapores se transformaba como si su cuerpo fuera poseído por un espíritu. Luchaba en contra de eso, tiraba de sus vestiduras y gritaba. Cuando las ramas de laurel que tenía en sus manos comenzaban a agitarse, los suplicantes acompañados de un hossi o sacerdote, eran invitados a entrar. Tras calmarse y adoptar una postura majestuosa, con los ojos perdidos en un punto fijo, pronunciaba las palabras proféticas.

Las predicciones eran dadas en forma de versos hexámetros, pero eran frecuentemente ambiguas y algunas veces incomprensibles. Cada sonido emitido, cada movimiento de su cuerpo, era tomado en cuenta por los cinco hossi, hombres santos, que hacían de escribas registrando los detalles de la adivinación. Estos eran designados de por vida y seleccionados de los descendientes directos de Deucalión.

Cuando la predicción era dada, la sibila o pitonisa regresaba a trance para que el espíritu la dejara en libertad.


Esta forma de deliberación y traducción de las predicciones por parte de los hossi es más que probable y pausible, puesto que Delfos era el centro internacional donde confluía la información más reciente. Podían haber estado extremadamente informados sobre el mundo y ser capaces de hacer unas predicciones muy exactas y útiles.

Este es un punto de vista racional, capaz de explicar el misterio de Delfos. Pero es una explicación que no termina de satisfacer a la mayor parte de los investigadores.

La realidad sobre el oráculo es bien distinta, pues sólo una pequeña cantidad de predicciones son auténticas. De los 535 oráculos analizados por el clasista Joseph Fontenrose, sólo 75 fueron juzgados históricos (aquellos registrados al tiempo que fueron dados, frecuentemente en placas de estaño, fueron atestiguados por un escritor vivo en el tiempo de los sucesos). Fontenrose llegó a la conclusión de que muchos de los oráculos fueron basados en historias de épocas pasadas, interpolados con el folclore, o con propósitos literarios. Entre los cronistas antiguos fue común fabricar profecías después de los hechos o reubicar los oráculos a lugares más convenientes en el registro histórico. De las 75 respuestas históricas que estudió Fontenrose, únicamente dos ofrecían claras predicciones de futuro.

Muchos personajes del mundo clásico hubieran considerado impía la búsqueda de un conocimiento previo de los eventos. Ellos creían que la Humanidad tenía su ser dentro de la matriz del Ser Divino, y que nuestros destinos no eran lo bastante propios como para pretender determinarlos y controlarlos. Desde su punto de vista la correcta acción espiritual es la de alinearse con el gran destino y promover sus intenciones a través de la recta acción. Así se serviría tanto a los propósitos divinos como a los personales. El oráculo ofrecía una fuente de revelación y guía para el conocimiento de la voluntad de los Grandes Realizadores, los Dioses.

Grandes filósofos y los oráculos

Grandes filósofos del mundo antiguo consideraban sagrados los oráculos, Sócrates usaba guías, tales como los vuelos y cantos de los pájaros, etc., que le hacían seguir sus oráculos. Estaba convencido de recibir consejos de una voz interior, su daimon. Sócrates aseveraba que los temas que se encuentran ocultos a los mortales debían ser los únicos llevados a los dioses para su iluminación.
Por otro lado, Platón utilizó los oráculos como las piezas centrales de sus ciudades ideales. En La República y las Leyes, se describía a los líderes consultando a los oráculos como guía para construir templos, venerar a los dioses y promover canales de comunicación entre los humanos y el mundo invisible. Para Platón, la tarea más importante de toda comunidad era la de establecer las relaciones con lo sacro.

La caída de Delfos

Hacía el siglo II d. C., Delfos no era más que silencio, se vio desplazado por lo primeros cristianos, que decidieron terminar con él. Describieron los trances de Delfos en términos prácticamente pornográficos, como un tipo de posesión sexual y de espíritus infernales. De estas historias se nutrió en gran medida la imagen delirante y salvaje que mostró la pitia.
Sorprendentemente hubo un último intento de revivir el oráculo de Delfos: Juliano el Apóstata, llamado así por ser el último emperador romano que se opuso al cristianismo, añoraba el retorno a la religión de los griegos, describiéndola como una aventura del alma y un camino hacia dios.

En el 362 d. C., un emisario enviado por él a Delfos encontró a una pitia que aún estaba allí y pidió el último oráculo. El propósito del emperador fue el de ayudar a revivir el famoso oráculo. La leyenda menciona que cuando el emisario preguntó que se podía hacer para restaurar el santuario, recibió dos respuestas, una que anunciaba su muerte y otra que rezaba de la siguiente manera: "Di al rey que la gran casa ha caído. Apolo ya no tiene su morada, ni brotes de laurel sagrado; las fuentes están silenciosas, las voces están calladas". Estas palabras fueron comunicadas como la proclamación final de las sacerdotisas.

Y aunque Teodosio, en el 394 d. C., destruyó todo lo que quedaba de Delfos, su mística fue siendo poderosa a través de los siglos, tal es el ejemplo de la Sibila de Delfos, pintada por el renacentista Miguel Angel.

Quizás el final del santuario fue de lo más predecible, por los tiempos que corrían, pero si hacemos caso a sus orígenes mitológicos, tal vez encontremos algo que nos parezca más idílico. El santuario de Delfos pertenecía originalmente a Gea, la generadora primordial y sustentadora de la vida, venerada por milenios. Delfos permaneció como oráculo de la Tierra aún después de que el Sol-Apolo la reemplazara como patrono. El abrió una grieta en los misterios del mundo subterráneo a través de los sueños y visiones. La inspiración Gea-mántica era accesible a todo aquel que podía recibirla.

En 1891 arqueólogos franceses encontraron los restos del sueño humano por descrubrir y comprender los designios de los dioses: El Templo de Delfos.

LA ODISEA

La Odisea

La Odisea es definitivamente, una de mis historias favoritas de toda la vida, la aventura más grande que tuvo que pasar un hombre llamado Ulises, (en romano) u Odiseo (Nombre griego que le da el título a la obra) para poder regresar a su hogar a lado de su hijo y su fiel esposa. Esta obra es muy extensa, por lo que es necesario abreviar lo cantos, así que aquí les presento un breve resumen de los principales episodios…


Ulises decide marcharse cuanto antes de Troya. Está ansioso por llegar a Ítaca tras diez años. Parte con Menelao pero discute con él y regresa junto a Agamenón, que está organizando un sacrificio a los dioses. Tras esto se hace a la mar. En ese instante se desata una tormenta terrible. Ulises pierde el rumbo, en cierta forma sale del mundo conocido y entra en otro más allá.
Llega hasta el país de los lotófagos. Los lotófagos se alimentan de flores de loto. Quien las come olvida quien es y no desea otra cosa que comer loto. Algunos de sus hombres caen en esta trampa. No es más que el principio. Es una metáfora de lo que le espera: el reino del olvido.



Sus vagabundeos le llevan a una isla. Sus hombres están hambrientos y Ulises decide buscar por la isla. Llega hasta una cueva de dimensiones gigantescas. Está llena  de quesos. Ulises decide coger algunos y marcharse, pero la curiosidad puede con él.
En esto llega el dueño de la cueva, un cíclope llamado Polifemo. Un cíclope es una criatura gigantesca con un solo ojo en medio de la frente. Polifemo es un pastor, de ahí que haya tantos quesos. Al entrar, tapa la entrada de la cueva con una roca que solo él puede mover. Ulises le pide hospitalidad, el cíclope sonríe y ante la mirada impávida de todos, devora a dos de los navegantes y se echa a dormir. Se repite la misma escena todas las noches. Ulises decide entrar en acción.
Una noche se le presenta. Le dice que se llama Nadie y le hace beber hasta que el cíclope queda totalmente borracho. Luego afila una estaca y se la clava a Polifemo en su único ojo. El cíclope despierta y grita dolorido. Acuden otros cíclopes hasta su puerta y le preguntan qué le pasa.
"¡Ah! Me atacan. Me han cegado"
"¿Quién ha hecho eso?"
"¡Nadie! Nadie me ha hecho esto"
Los cíclopes resoplan. Ese loco de Polifemo les despierta en medio de la noche para decir que nadie le ataca. Menudo fastidio de vecino.
A la mañana siguiente héroes se atan  a al barriga de los corderos que cuida Polifemo. El cíclope está en la entrada de la cueva y toca a todos los corderos que salen para que los griegos no escapen, mientras se lamenta.
Ulises y los suyos llegan hasta su barco y desde allí Ulises se burla de Polifemo.
"¡Puedes decirles a todos que Ulises te ha cegado!¡Ulises de Ítaca!"
Ese orgullo va a ser la perdición de Ulises. El padre de Polifemo es Poseidón y el dios no le va a perdonar. Le maldice y jura que jamás regresará a casa.



La siguiente parada es una isla salvaje, llena de leones y lobos, que sin embargo se muestran extrañamente dóciles. Ulises envía una expedición para ver si encuentran comida. Ninguno regresa. Ulises debe ir a buscarlos. Durante su labor, llega hasta él Hermes que le cuenta donde está. Se encuentra en la isla de la hechicera Circe, hija de Helio. Circe tiene la manía de convertir a todo el que se le acerca en animal. La pobre se siente sola y los animalitos le hacen compañía. Hermes le ofrece a Ulises una planta con la que vencer el sortilegio de la maga.
Ulises llega al palacio, Circe le mira de arriba a abajo y sonríe. Le ofrece una copa de vino. Ulises bebe. No pasa nada. Circe se asusta. Ulises la amenaza con su espada y la obliga a liberar a sus compañeros.
Ulises permanece allí mucho tiempo, hasta que decide que ya es hora de partir. Circe se resigna, aunque ama al héroe. Le aconseja que baje al Hades y consulte a Tiresias, el adivino.




Ulises desciende la Hades siguiendo las indicaciones de Circe. Allí ve a su madre, Anticlea, que se ha suicidado por la tardanza de su hijo. También habla con Aquiles. El héroe está poco contento con su condición actual y le cuenta sus penas a Ulises.
Tiresias acude también y a cambio de un poco de sangre de cordero profetiza para él. Le dice que ha de atravesar una serie de obstáculos como la isla de las sirenas. También profetiza que regresará a casa sin ninguno de sus compañeros y en una nave extraña.
Regresa con Circe que le cuenta como puede salvar los obstáculos. Los dos se despiden, pero algo de él queda en Circe: sus hijos. Y será uno de ellos precisamente, el que en el futuro acabará con la vida de Ulises.


El canto de las sirenas

Las sirenas tiene cuerpo de pájaro y cabeza de mujer. Viven en una isla rodeada de cadáveres y esqueletos de barcos. ¿Por qué?. Fácil, su canto es tan extraordinario que el que lo escucha solo desea alcanzarlas y claro, se estrella con barco y todo contra las rocas de la isla. Y si alguno sobrevive ya se encargan ellas de matarlo.
Ulises ya está prevenido. Hace que sus compañeros se tapen los oídos con cera. Él les pide que le aten al palo mayor y que no le suelten por más que suplique.
Ulises es demasiado curioso. Necesita saberlo todo, conocerlo todo y no le importa poner en peligro su vida.
Ulises escucha el canto de las sirenas. Le hablan de sus alabanzas, de sus aventuras y él hubiese querido arrojarse al mar para llegar hasta ellas.
El barco se aleja de la isla.



Se detienen en la isla de Helios. Allí pacen un gran número de vacas, una por cada día del año y su número debe permanecer siempre constante. Ni aumenta ni disminuye.
Ulises prohíbe a sus compañeros que coman esas vacas por que son sagradas. Pero el tiempo pasa y las condiciones marítimas les impiden salir de la isla. Están hambrientos. Ulises se retira a meditar y se duerme.
Mientras sus compañeros matan varias vacas y se las comen. No son vacas corrientes, así incluso troceadas no paran de mugir. Cuando Ulises se entera monta en cólera. pero ya es demasiado tarde.
Sus compañeros están perdidos. Zeus les castiga y hunde su barco en medio de una tempestad provocada por el monstruo Caribdis. Solo Ulises se salva.



Agotado y sucio, el naufrago llega a una isla. Una mujer preciosa acude a socorrerlo. Es la ninfa Calipso.
El propio nombre de la ninfa explica lo que hace Calipso. Viene del verbo kalýptein, ocultar. La isla está tan lejos del mundo que parece que está fuera de él. Sus habitantes están ocultos a todos.
Calipso le recoge, le lava y cura sus heridas dulcemente. Ulises se deja hacer. Calipso lo retiene en aquella isla alejada del mundo durante muchos años. Le ama y aspira a conservarle eternamente.
Desde el Olimpo, Atenea la protectora de Ulises, observa a la pareja. Acude a su padre y le dice que ya va siendo hora de que Ulises regrese a su casa. Zeus mira hacia abajo, hacia el mar pues no desea enfrentarse con su malhumorado hermano. Espera hasta que éste sale de viaje y envía a Hermes.
El dios se planta en la isla de Calipso y se entrevista con ella. Le comunica la decisión de los dioses: debe dejar marchar a Ulises. Calipso asiente dulcemente.
Ulises mientras tanto, llora desconsolado pensando en su hogar. Cuando llega Calipso esconde sus lágrimas. A pesar de todo, la diosa se da cuenta.
"Si te quedas conmigo te ofrezco la inmortalidad"
"Deseo volver a mi hogar, a Ítaca"
"¿Es Penélope mejor que yo?"
"Claro que no. Tú eres una diosa. Eres mucho mejor que ella. Pero Penélope es mi hogar, es mi vida"
Calipso se rinde. Entre los dos construyen una barca para que Ulises emprenda su viaje de vuelta.
Calipso le ve alejarse, desde la playa.

Poseidón, siempre vigilante, ve una pequeña barca en sus dominios y se acerca a curiosear. Es ese engreído de Ulises. Ya debería haber muerto. Desata sobre él una furiosa tormenta.
Solo le salva a Ulises una diosa: Ino, que protege a los marinos en peligro. Ino se atreve a regalarle su cinturón con el que nunca podrá hundirse. Ulises nada durante horas hasta llegar a la costa, arroja el cinturón al mar para que la diosa lo recoja y se queda dormido.
Horas más tarde aparece un cortejo de doncellas. Entre ellas se encuentra la princesa Nausiaca, hija de Alcínoo el rey de los feacios. Los feacios se encuentran a medio camino entre la humanidad y los dioses. Son mágicos y se dedican al transporte en unos extraños barcos que se mueven solos.
Atenea ha preparado un poco las cosas. Ha hecho que Nausiaca sueñe que un extranjero la desposará. Así que cuando Ulises despierta y se da a conocer, todas las muchachas huyen menos ella.
Ulises le pide algo de ropa y hospitalidad, pues está desnudo y hambriento. Nausiaca asiente y espera mientras Ulises se lava ene el río. Atenea vuelve a actuar. Hace que el Ulises que surge del río sea mucho más fuerte, más guapo, más alto, más apuesto. Así que aquí tenemos a Ulises hecho todo un conquistador.
Las doncellas se quedan con la boca abierta y Nausiaca ya se ve casada. La princesa le aconseja sobre como llegar al palacio de su padres. Luego se marcha. No es correcto que se vea a la hija de los reyes con un extranjero.
Ulises le obedece, pero por si acaso Atenea le rodea por una nube que le hace invisible. Solo le prohíbe mirar a los ojos de quien se encuentre. las criaturas invisibles no pueden mirar a las ojos de quien no lo es.
Una vez en el palacio, Atenea le hace otra vez visible y Ulises se arroja a las rodillas de la reina, suplicando hospitalidad. La reina, Arete, se compadece y le acoge.
Durante la cena, un poeta canta las alabanzas de los héroes de Troya. Así es como Ulises conoce las desventuras de muchos de sus compañeros. Oculta su rostro y llora quedamente. La reina le descubre y le pregunta por qué llora, aunque ya lo sospecha.
"Soy Ulises" dice y les cuenta sus aventuras. Luego les pide que le lleven a casa.
Los feacios acceden, aunque antes de partir Alcínoo le pide que se quede y se case con su hija. Ulises no se lo piensa. Quiere regresar a Ítaca. Hasta allí le llevan los feacios.
Poseidón no siente más que ira, así que convierte el barco en piedra y tapone el estrecho que comunica a los feacios con el mundo mortal.



¿Qué ha ocurrido en Ítaca durante estos veinte años?. Penélope esperó el regreso de su marido mientras duraba la guerra. Comienza a preocuparse cuando ve que todos han regresado y Ulises no. Corre el rumor de que ha muerto. Ahí comienzan los problemas.
Son muchos los que quieren asentarse en le trono de Ítaca, y la mejor forma es casarse con Penélope. Uno tras otro se presentan en la hacienda de Ulises y allí se quedan, esperando a que Penélope se decida por uno de ellos. Penélope no puede echarlos y Telémaco es un niño. Ha de soportar que se coman sus cosechas y sus animales y que se acuesten en el patio con sus criadas.
Les pone todo tipo de excusas para no elegir. Al final les dice que elegirá al candidato cuando termine de tejer un sudario para Laertes, el padre de Ulises, que es ya un anciano. Por el día teje y por la noche deshace el trabajo. Los ha mantenido engañados dos años. Pero una criada la traiciona y es descubierta.
Mientras, Telémaco crece y tiene que forjarse un nombre. Atenea le aconseja que no se quede quieto en Ítaca sino que busque información sobre su padre. Telémaco viaja i visita Menelao y a Néstor, pero nada saben de Ulises. Regresa y con la ayuda de Atenea, burla la trampa que los pretendientes le había preparado para matarle. 

Ulises decide ser prudente y no  mostrarse tal y como es hasta asegurarse de quienes la van a recibir bien y quien no. Atenea le disfraza de mendigo. Y así llega a su hogar. Allí los pretendientes campan a sus anchas y nadie se siente capaz de detenerlos. Una vez ha visto lo que hay, se prepara para resolverlo.
Se refugia en la cabaña del porquerizo del palacio, que le sigue siendo fiel. Allí es donde se encuentra con Telémaco. Ambos se sientan y conversan. Llegado el momento, Ulises le dice quien es. Telémaco mira al mendigo con escepticismo. Atenea le devuelve su figura habitual, pero Telémaco sigue desconfiando. Ulises se levanta enfadado y comienza a regañarle como solo los padres saben hacerlo.
"¿Cómo te atreves a contradecir a tu padre? ¿Cómo que no me reconoces?. Te digo que yo soy Ulises"
Entonces es cuando Telémaco le cree y entre los dos urden un plan contra los pretendientes.



Ulises, disfrazado de mendigo, y Telémaco regresan al palacio. Ulises observa, ayudado por Telémaco, quienes le siguen fieles y quienes no. Penélope los ve y se acerca. Pregunta al mendigo por Ulises, como hace a todos los viajeros. Ulises le miente. Le cuenta que vio a Ulises al principio de la guerra. Inmediatamente, Penélope le toma simpatía y manda a una sirvienta que le lave los pies. La sirvienta es Euriclea, la antigua nodriza de Ulises. Ulises sabe que le reconocerá cuando vea en su pantorrilla una cicatriz que tiene desde pequeño, como efectivamente ocurre. Euriclea calla por orden de Ulises y se marcha de allí, incapaz de ocultar lo que siente.
Los pretendientes siguen acosando a Penélope. Harta les propone lo siguiente: el que sea capaz de tensar el arco de Ulises, ese será su marido.
Todos fanfarronean. Pero tensar el arco de Ulises no es tan fácil. Todos los pretendientes lo intentan sin conseguirlo. Penélope sonríe. Mientras, Telémaco y Ulises han ido cerrando las puertas de la sala.
Telémaco también lo intenta y por poco lo consigue. Los pretendientes se burlan.
"Yo también voy a intentarlo" dice el mendigo que es Ulises. Los pretendientes le arrojan cosas. Es Penélope quien le defiende.
"Si este hombre lo consigue, le colmaré de riquezas y regalos" dice. Luego se retira a descansar.
Ulises va tensando el arco y Telémaco termina de cerrar las puertas. Con una facilidad asombrosa, Ulises consigue tensar el arco, pone una flecha y apunta a un pretendiente. Atenea le devuelve su aspecto. Caen uno tras de otro.



Penélope descansa en su habitación. Pero le despiertan los gritos de las sirvientas. Euriclea entra en la habitación como una tromba.
"¿Qué haces aquí dormida?.Levántate, mujer. Ulises ha vuelto"
Penélope baja para encontrar a su hijo charlando animadamente con un desconocido que se parece mucho a Ulises. Pero ella es prudente. Todos le reprochan su corazón de piedra sin saber que ese corazón es el que le ha permitido sobrevivir a las injurias de los pretendientes.
Decide probar al desconocido, tenderle una trampa. Se vuelve y le dice a un criado que bajen la cama de Ulises hasta allí por que no piensa dormir con él.
Ulises pone los brazos en jarras y la mira con fuego en los ojos.
"¿Te has vuelto loca Penélope?. Mi cama no se puede mover. Uno de sus pilares es un olivo que yo mismo sembré"
Ulises ha probado su identidad. No necesita nada más.
Ulises va a ver a su padre Laertes. Al principio el viejo no le reconoce y una vez más Ulises tiene que probar quien es. Luego los dos regresan a Palacio.
Tumbados en la cama, Penélope y Ulises se cuentan sus aventuras. Atenea hace que esa noche sea más larga de lo habitual.
Lo que hicieron cuando terminaron de hablar no lo recoge la mitología, pero se aceptan sugerencias ah y se vale que su imaginación vuele...