domingo, 24 de octubre de 2010

EROS, EL MONSTRUO DEL AMOR

Amor, amor… llegó el turno al arquero que con sus flechas doblegaba hasta el más poderoso de los dioses, héroes, o mortales, y a las cuales por supuesto no pudo salvarse ni el propio dios, llenando su existencia de mieles y hieles. Pues al fin de cuentas, eso es el Amor ¿no?

Veamos… Una historia de Amor…

CUPIDO, Dios del amor

En la inmensidad del tiempo y el espacio, poco antes de que se formara el mundo y las criaturas poblaran la Tierra, en el sombrío vacío sin objetos, no cosas, ni árboles, ni montañas…, se originó la energía creadora, unificadora que derivaría en el Amor Universal

El mito arcaico nos habla del nacimiento de Eros, el Amor, justo en el momento de la eclosión del Caos que dio origen, asimismo, a la Tierra.

Allá, en el alba del mundo, surgió por primera vez una deidad que unía y no separaba, y que se materializaba en cierta clase de indescriptible vigor: la energía de Eros, la fuerza del Amor que Surgió del huevo de la Noche; al eclosión el huevo de la noche se dividió en dos parte, de una de ella se formó la Tierra, y de la otra el Cielo.

Los mortales se aprestaron a calmar aquella energía poderosa, a la que llamaron Amor Universal, y, para suavizar si ímpetu, recogieron la primera piedra que salió desde la entrañas de la Tierra hasta la superficie y la adoraron…; y, desde entonces, consideraron aquel lugar sagrado para siempre.

La fuerza del deseo

Eros tensa su cimbreante arco de vara de fresno, el árbol que evita la mordedura de la serpiente y que se asocia con la fuerza física en los mitos clásicos y con lo sagrado en las leyendas nórdicas, y apunta y dispara sus flechas del amor que siempre dan en el blanco, incluso cuando el certero arquero cierra los ojos o se los tapa con una venda

Las flechas del amor, según el mito clásico, están hechas con las ramas de los cipreses que crecen en los bosques de las costas del Egeo, y llevan en su aguda punta las mieles y las hieles del mundo.

Eros, el Cupido de los romanos, era hijo de Ares el dios de la guerra, y de la hermosa Afrodita, la diosa que nació de la espuma de las olas y cuya inigualable belleza provoco primero el enfado y después la envidia de las diosas que tienen su trono en el Olimpo.

Quienes en algún momento de su vida, no hayan sido alcanzados por las incruentas flechas del amor, no hayan sentido en su cuerpo el hormigueo de la pasión amorosa, no conocen las mieles de este mundo. Así desde la prehistoria hasta nuestros días pasando por el mito clásico, la vida de los humanos es miel y hiel al mismo tiempo, al igual que, en toda situación apurada y dificultosa, hay un anverso y un reverso, una cara y una cruz.

El haz y el envíes del mito de Eros, Cupido romano, se halla en su propio enamoramiento, en su amor pasional por la hermosa Psique.

Resulta extraño que un dios encargado de insuflar la pasión en los corazones de los hombres y de las mujeres mortales pueda sentirse dominado por un deseo amoroso irrefrenable, frente al que no valen propósitos no voluntades. El mito advierte de que los dioses también se siente atraídos por la belleza y la hermosura de los cuerpos de los mortales y no son capaces de controla la vehemencia desatado en su mentes, ni de dominar sus arrebatos amorosos.

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