jueves, 14 de octubre de 2010

POSEIDÓN, DIOS DEL MAR

En este espacio toca el turno al poderoso Poseidon, ó Neptuno dios de los Océanos, Mares, Ríos, bueno, todo lo que incluyera el maravilloso líquido vital, o lo que viene siendo lo mismo, Las aguas.


En esta ocasión la información de esta húmeda deidad es una extracción de uno de los cánticos populares donde hacen mención su nacimiento, sus romances y parte de su culto…


Poseidon

Dios de las Aguas


Poderoso Poseidon que, desde que Cronos y Rea te engendraron, eres el soberano de los océanos y servido por fieles criados, acompañado de las mas hermosas ninfas y neridas, te solazas en tu suntuoso palacio del mar Egeo…, o habitas en el Olimpo, donde tienes reservado un trono, de los mas bellos efebos te sirven la ambrosía, el néctar divinal, con su cráteras de plata…


…Escucha el canto de los mortales, guía nuestras naves y apacigua el bravo mar.


Que el tumultuoso olaje pase de largo para que todos los marineros griegos lleguen sanos y salvos a sus puertos y salgan victoriosos en sus enfrentamientos con los troyanos.


Lanza tu tridente contra los monstruos marinos y arroja a las bestias infernales a lo más profundo de Tártaro para que las aguas de los manantiales, los lagos las fuentes, y los arroyos se vuelvan tan transparentes como los espejos en donde se mira la rosada Aurora casa mañana para trenzar sus dorados cabellos antes de alumbrar el día.


Palabra de mortal


¡Oh, Neptuno!, dios de las aguas, al que nosotros, los mortales griegos te llamamos Poseidón… Sabemos que nadie logra darte alcance cuando galopas a los lomos de tu brioso corcel de rubias y largas crines, de patas poderosas, de porte sin igual…


Cual jinete implacable recorres los caminos, montado sobre el ágil caballo, fruto de una relación incestuosa, al que acabas de domar; atravie3sas los campos, pisoteas los sembrados y mancillas la tierra sagrada de nuestros antepasados, pues no estas contento con tu suerte, no te basta dominar los mares y los océanos…


… También quieres poseer la Tierra y ordenas a las aguas embravecidas que azoten las costas, que erosionen las rocas…


…Y envían vendavales y tormentas para que recorten el duro suelo y lo llenen de acantilados, precipicios, simas y barrancos… pues poco importa que se despeñen los infelices mortales.


Es duro ser dios, ¡proclamas, ¡Oh Neptuno!, porque, aunque ignores a los mortales, tienes que competir con otros dioses tan crueles y poderosos como tú.


¿Acaso quieres igualar a tu hermano Zeus, seguir sus pasos, encolerizarte cuando no se cumple tus caprichos? ¿Deseas emular al Dios Rey del Olimpo y yacer mediante engaños, con las ninfas de los manantiales y las fuentes, con las hermosas esposas de los mortales y con las bellas jóvenes princesas hijas de los soberanos que gobiernan la tierra?


¿Quieres actuar con violenta ofuscación contra todos tus adversarios, y, ciego de ira, destruir ciudades, pueblos y aldeas?

Contente, repórtate, ¡Oh Neptuno!, y vuelve a los mares y los océanos, pues te tocaron en suerte cuando los dioses decidieron repartirse el universo. Vive en tu reino de aguas azules y verdes y deja en paz a los mortales, pues, que extraño mundo es este en el que hasta os dioses envidian a los mortales y quieren robar sus haciendas y enamorar, o cegados por la pasión, secuestrar a sus mujeres? ¡Oh, Neptuno!, dios de las aguas, regresa al mar y no pises suelo firme. Ni a ti, ni a tus caballos le está les esta permitido hollar la superficie de la tierra….


Himno a Neptuno


Dios de las aguas. Poseidón de los griegos, escucha este canto, escucha el himno que hemos compuesto nosotras las mujeres de Ática, para aplacar tu ira y apaciguar tu furia.


No vengas a la Acrópolis, no claves tu tridente en la cumbre de la colina para atemorizarnos, ni con las roderas de tu carro hundas la colina para que mane agua a borbotones y se inunde la ciudad, pues esperamos a una diosa revestida de sabiduría, cuyo nombre no nos está permitido revelarte, que plantará el olivo de la abundancia en la tierra que labraron y abonaron nuestros mayores.

Que podemos decirte, poderoso Neptuno, para que te alejes de la Acrópolis y no salgas de tus mares, de tus océanos….


Presta atención y considera nuestro razonamiento, repara en tus privilegios, pues, en caso de que las mujeres mortales envidiaríamos a una deidad poderosa, tú, Neptuno, dios de las aguas ocuparías un lugar destacado…., ya que por si no lo recuerdas, en tus dominios, en tu extenso y profundo reino, envuelta entre la espuma de las olas de tus océanos, vino al mundo la hermosa Venus.

Nosotras las mujeres del Ática, te formulamos esta pregunta a ti Poseidón. Neptuno, poderoso dios de las aguas: ¿Acaso no es un privilegio, un gran honor, que la diosa Venus haya elegido tu aguas, la espuma de las olas de tus mares y tus océanos para nacer?


Aléjate de la Acrópolis, permite que el olivo de la abundancia se plante en tu tierra fértil y labrada, que no se regado con el agua salada de los océanos, sino con las aguas dulces de los lagos, los manantiales, las fuentes…


Así pues, nosotras las mujeres griegas, no envidiamos tu fabuloso palacio del mar Egeo. Ni tu trono del monte Olimpo. Ni tampoco la agilidad de tu caballo, ni siquiera los poderes de tu tridente. Sino que desearíamos rociar nuestro rostro y nuestra piel con la misma espuma de aquellas olas que arroparon y acariciaron el terso y suave cuerpo de la divinal Venus.


El poder del tridente


El poderoso Neptuno, el dios de las aguas, desoyó los ruegos de las mujeres griegas y salio de su palacio marino. Fue hasta el Ática, subió la cumbre del monte más alto de la Acrópolis, subió hasta la cumbre donde estaba el pozo que Neptuno había horadado con su tridente y planto un olivo para que creciera y se desarrollara y diera el fruto de donde saldrían las semillas para que germinaran otros muchos árboles de las misma especie a fin de que cubriera las laderas de los montes del ática.


El olivo, árbol que los mitos asocian a la paz y la armonía, fue llevado por Atenea, la diosa de la sabiduría y de las ciencias, hasta el Ática para que los griegos lo cultivaran y constituyeran una fuente de riqueza, ya que de su abundante fruto se sacaba el aceite, el oro verde.


El mito relata que los atletas que vencían en los juegos olímpicos eran coronados con ramas de olivo. Y lo mismo ocurría cuando los jóvenes se casaban, también llevaban un ramos de olivo en señal de la felicidad y con el deseo que su matrimonio fuera dichoso y duradero.



La sentencia


En cuanto Neptuno, se enteró que la diosa Atenea había plantado un olivo en la tierra regada por el manantial que él había hecho brotar con su tridente, montó en cólera y sin pérdida de tiempo, volvió a salir de su Palacio del mar Egeo y se dirigió al ática para tomar posesión del monte de la Acrópolis.


Como Atenea no le permitiera arrancar el olivo que ella había plantado, Neptuno retó a la diosa y le declaro la guerra. Pero Zeus, el dios Rey del Olimpo, hermano de Neptuno padre de Atenea, se enteró de la disputa de ambas deidades y se puso en medio de los dos contrincantes, al tiempo que les obligaba a deponer todas las armas.


Los dioses, tronó Zeus, no deben dilucidar sus disputas, ni solventar sus diferencias mediante el empleo de las armas. Nombraremos un tribunal imparcial para que analice el caso y dicte una sentencia jutas. Se hizo tal había Zeus había ordenado, de manera que al punto quedó constituido un tribunal formado por dioses y diosas, aunque fue citado como testigo el fundador de Atenas el mítico Cécrope, cuyo cuerpo era una mezcla de hombre y de serpiente, que declaró a favor de la diosa Atenea.


El fallo del tribunal del Olimpo fue contrario a Neptuno, aunque todos los dioses votaron a su favor, mientras que las diosas se pusieron de parte de Atenea.

Neptuno se las ingenio para burlar la sentencia de los dioses y, aunque evitó cualquier enfrentamiento directo con Atenea, sin embargo atacó a los habitantes del ática y destrozo los campos sembrados de las colinas dela Acrópolis, removió y embraveció los mares y las olas golpearon, una y otra vez, contra las costas cual desatada tempestad


Pero ya era tarde, desde que perdió el juicio la suerte estaba echada, de nada le sirvió al dios Neptuno desplegar toda su furia contra los mortales griegos, pues la ciudad de Atenas sería consagrada para siempre a la diosa Atenea.


Mucho tiempo después…


…El dios Neptuno, haciendo caso omiso de los ruegos y consejos que encerraba el himno de las mujeres griegas, siguió batallando por un trozo de tierra, y esta vez se traslado hasta la región de la Argólida, adonde tenía sus dominios la diosa Hera, la soberana del Olimpo, la esposa de Zeus


El dios de las aguas intento coger desprevenida a Hera, pero los dioses del río que bañaban las tierras se opusieron a las malsanas intenciones de Neptuno y, de nuevo, sufrió un gran derrota. Sus ambiciones y su pretensión de lograr un trozo de tierra quedaron, otra vez, inconclusas.


Neptuno se retiró pero, dado que era el dios de las aguas, y que los ríos no habían estado de su parte, lanzó contra la Argólida la más pertinaz sequía. A partir de entonces, aquellos campos y vegas, siempre fértiles, productivos y verdes, se convirtieron en terreno baldío y yermo.


Mas, cuando Neptuno abandonaba aquella tierra antes fértil, y ahora semidesértica, se cruzo con una hermosa joven que, con voz dulce y ademanes zalameros, lo convenció para que, al menos, dejara sin merma alguna el caudal de agua de uno de los tres ríos de la Argólida. Neptuno aceptó a cambio de acostarse con la hermosa muchacha y desde entonces, unos de los ríos de aquella tierra, ya sea en invierno o en verano, lleva siempre una considerable corriente de agua dulce y cristalina.


Los delfines de Neptuno


En ocasiones, el dios de las aguas recorría los océanos subido sobre un delfín, pues no solo tenía caballos sino también delfines que, por lo demás eras eran sus inseparables compañeros. El mito narra que fue un delfín el fiel animal que ayuda a consumar la relación amorosa y el matrimonio de Neptuno con la nereida Anfitrite, una de las hermosas ninfas del amor.


Un día, la joven Anfititre se hallaba con otras compañeras jugando en la orilla del mar, corría desnuda por la playa, cuando fue vista por Neptuno, que al punto se sintió atraído por la hermosura de la joven y ordeno al delfín que loa raptara.


Pero Neptuno también gozaba de la compañía de otras criaturas delicadas, pues era el señor de las ondinas, las náyades y las ninfas de las fuentes y los lagos.


Promesa incumplida


En el principio de los tiempos, Neptuno excavó con su tridente las gargantas, torrenteras y vaguadas, para que discurrieran por ellas las aguas desbocadas, y trazó, además el curso, de los ríos a fin de que encausara el agua de los manantiales.


Neptuno, el dios de las aguas también modelo con sus manos las escarpaduras, y los declives de las bahías de los litorales… y los mortales le agradecieron que fijara y respetara los límites entre el mar y la tierra.


La narración mitológica cuenta, asimismo, que Neptuno fue unos de los dioses que trabajaron durante más de un año para levantar y construir las murallas de la ciudad de Troya. Pero, dedo que el rey Leomendonte faltó a su palabra, e incumplió su promesa de pagar por la obra realizada, Neptuno montón en cólera, envío un terrible monstruo, marino contra los habitantes de la ciudad, y revolvió las aguas para que inundaran las murallas y sus sólidas paredes se derrumbara.


Amores de Neptuno


También Neptuno, al igual que su hermano Zeus, estuvo consumido por la pasión amorosa, ya que se sentía atraído no solo por las hijas de los dioses y los héroes inmortales, sino también por las esposas y las hijas de los mortales. De su matrimonio con la nereida Anfitrite nació Tritón, una criatura marina que también tiene su morada en los lagos.


Se dice que Neptuno estuvo enamorado de una hermosa joven llamada Escila, a quien la hechicera Circe transformo en monstruo porque así se lo ordeno la celosa Anfitrite


Mas con cada una de sus muchas amantes tuvo Neptuno varios hijos: Pegaso, el caballo alado: Polifemo, el cíclope con un solo ojo en la frente; Orión el cazador que vivía en la montaña y que, tras una azarosa vida, al morir fue colocado por la diosa de los bosques como una constelación en el cielo; Busiris, un rey tan cruel que ordenaba sacrificar a los visitantes, y al cual dio muerte el héroe Hércules…

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